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Voto de Ferdydurke:
4
6,2
4.254
Bélico. Thriller
Año 1942. Dos checos saltan en paracaídas cerca de Praga con la orden de atentar contra el líder nazi Reinhard Heidrich, General de las SS y conocido como "el carnicero de Praga". Basada en la historia de la Operación Antropoide, la misión de la Segunda Guerra Mundial para asesinar a Heidrich, tercero en la línea de mando y artífice intelectual de la Solución Final. (FILMAFFINITY)
24 de diciembre de 2016
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacer cine, como cualquier empresa humana, es un asunto complicado, peliagudo. Participan demasiadas personas en el proyecto, hay demasiados intereses en danza, casi siempre menos dinero del deseado o necesario, se juntan o mezclan dudas artísticas, afán recaudatorio, ínfulas intelectuales, picaresca cutre, autobombo, tontería, intervenciones imprevistas, accidentes inesperados, lucha de egos, un sinfín de contrariedades, obstáculos, ambiciones, penalidades y personalidades en juego, un tótum revolútum rebosante de vida, indecisión, chapuza y a veces, las menos muy seguramente, hasta arte.
Pero lo mismo pasa con el resto, con el contexto. Con el público por ejemplo, tan difícil de delimitar y con tantas posibles especies o categorías que podríamos resumir en solo dos, desde los puritanos más recalcitrantes, los que se creen tocados por la gracia, esos seres exquisitos, severos y tan serios que se pasan la vida entristecidos y ofendidos por todos aquellos pecadores, la gran mayoría, cómo no, que no comparten su buen gusto y altura de miras, los pobres que no entienden determinadas películas porque carecen de su sensibilidad o son demasiado malos o garrulos, hasta pasar al extremo contrario, ese grupo nutrido de espectadores que solo entienden el cine como lugar de evasión y aturdimiento, palomitas y ruido, y que cualquier propuesta que se salga mínimamente de ese estrecho margen será calificado inmediatamente como lenta o fría, carente de emoción o empatía, patochada solo apta para los más creídos y gafapastosos.
Por no hablar de los críticos que no se sabe bien hasta qué punto son los guardianes de la moral cinéfila, la secta satánica que defiende el legado cultural audiovisual frente a las masas aborregadas o, quizás más bien, simples comerciales, la voz de su amo, muy poco disimulados que van todos a una y que reparten notas y opiniones con la misma previsibilidad que las malas películas.
Y la prensa al dictado del dinero. Y la distribución tan terriblemente selectiva. Y los cines que se cierran constantemente. Y las eternamente recurrentes mamadoras subvenciones y el doblaje y sus destrozos y otros muchos tropezones.
En fin, un pandemónium aterrador e inextricable.
¿Y por qué esta tonta y gratuita introducción, me pregunto a mí mismo a falta de otro más capaz que lo haga en el colmo de la esquizofrenia y la autocomplacencia? Porque sí. Porque puedo y me lo creo. Y porque esta película que ahora me ocupa padece la misma enfermedad, la del camino torcido, la incoherencia y el titubeo, ya me centro, la de no tener claro si contar un hecho histórico conocido y tremebundo a través de un relato riguroso, sin afeites, añadidos ni concesiones; como una historia épica de exaltación de unos héroes con sus atroces circunstancias; o si optar, por el contrario, por la más difícil posibilidad del retrato de lo humano en su aspecto más complejo, pavoroso, absurdo y cruel. Y así se pasan los minutos, entre el cliché lamentable, la narración aséptica y la indirecta alusión al sinsentido de todo. Y en ese vaivén se pierde por momentos y se hace pesada a ratos y acertada a veces y finalmente regulera, mediocre, aceptable, interesante, fallida, un más o menos que ni sí ni no nunca del todo, como en verdad casi todo.
Pero lo mismo pasa con el resto, con el contexto. Con el público por ejemplo, tan difícil de delimitar y con tantas posibles especies o categorías que podríamos resumir en solo dos, desde los puritanos más recalcitrantes, los que se creen tocados por la gracia, esos seres exquisitos, severos y tan serios que se pasan la vida entristecidos y ofendidos por todos aquellos pecadores, la gran mayoría, cómo no, que no comparten su buen gusto y altura de miras, los pobres que no entienden determinadas películas porque carecen de su sensibilidad o son demasiado malos o garrulos, hasta pasar al extremo contrario, ese grupo nutrido de espectadores que solo entienden el cine como lugar de evasión y aturdimiento, palomitas y ruido, y que cualquier propuesta que se salga mínimamente de ese estrecho margen será calificado inmediatamente como lenta o fría, carente de emoción o empatía, patochada solo apta para los más creídos y gafapastosos.
Por no hablar de los críticos que no se sabe bien hasta qué punto son los guardianes de la moral cinéfila, la secta satánica que defiende el legado cultural audiovisual frente a las masas aborregadas o, quizás más bien, simples comerciales, la voz de su amo, muy poco disimulados que van todos a una y que reparten notas y opiniones con la misma previsibilidad que las malas películas.
Y la prensa al dictado del dinero. Y la distribución tan terriblemente selectiva. Y los cines que se cierran constantemente. Y las eternamente recurrentes mamadoras subvenciones y el doblaje y sus destrozos y otros muchos tropezones.
En fin, un pandemónium aterrador e inextricable.
¿Y por qué esta tonta y gratuita introducción, me pregunto a mí mismo a falta de otro más capaz que lo haga en el colmo de la esquizofrenia y la autocomplacencia? Porque sí. Porque puedo y me lo creo. Y porque esta película que ahora me ocupa padece la misma enfermedad, la del camino torcido, la incoherencia y el titubeo, ya me centro, la de no tener claro si contar un hecho histórico conocido y tremebundo a través de un relato riguroso, sin afeites, añadidos ni concesiones; como una historia épica de exaltación de unos héroes con sus atroces circunstancias; o si optar, por el contrario, por la más difícil posibilidad del retrato de lo humano en su aspecto más complejo, pavoroso, absurdo y cruel. Y así se pasan los minutos, entre el cliché lamentable, la narración aséptica y la indirecta alusión al sinsentido de todo. Y en ese vaivén se pierde por momentos y se hace pesada a ratos y acertada a veces y finalmente regulera, mediocre, aceptable, interesante, fallida, un más o menos que ni sí ni no nunca del todo, como en verdad casi todo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Nombraré ahora lo que a mí más me interesa o simplemente lo que yo he visto:
- En un momento dado Lenka, una de las protagonistas, dice que la guerra no es romántica. Estoy de acuerdo, es justo lo contrario. Pero la película no lo tiene tan claro y dedica buena parte de su metraje a contradecir a su personaje ya sea en el aspecto más puramente amoroso o en el heroico resistente, incidiendo en la parte más irracional, idealista y folletinesca.
- La guerra, como cualquier asunto que tiene una vertiente más abstracta y alejada de la realidad y en el que las ideas poco tienen que ver con el horror de los hechos, permite, al disolverse la responsabilidad individual en la masa o en el océano de los grandes valores, a muchos individuos cometer actos de una infinita bajeza y espanto con la seguridad satisfecha de estar haciendo lo más correcto o, si no, por lo menos con el apoyo de altos sueños.
- El gobierno checo en el exilio decide cometer el asesinato de Heydrich. Es decir, las decisiones las toman las altas instituciones y dirigentes a costa de la muerte de miles de civiles que no tienen voz ni voto. Nos suena a todos mucho ("Senderos de gloria" lo explicaba muy bien).
- Cabe preguntarse, si no afirmar directamente, si ese acto, el asesinato del gerifalte alemán, no fue un terrible error/horror estratégico, de proporciones gravísimas, además de una irresponsabilidad moral muy criminal. Murieron miles de inocentes por la vida de un solo hombre. Por muy importante que fuera el elemento, nunca valdría su eliminación pagar un precio tan alto, o eso sospechamos.
- La película, al final, parece que trata de justificar esa acción de manera poco convincente y bastante forzada.
- El final es malo. Se les va de las manos. Demasiada heroicidad peliculera rematada con una "iluminación" (esa visión luminosa antes de la pura y desnuda muerte) un poco grotesca. No era necesaria tanta exaltación. No coincide con la rugosidad tosca de tono que predomina en buena parte de la película.
- Los actores cumplen con solvencia. La fotografía es demasiado basta y la cámara se mueve un poco a lo loco, intentando crear desasosiego y emoción de forma torpe y desmañada.
- En un momento dado Lenka, una de las protagonistas, dice que la guerra no es romántica. Estoy de acuerdo, es justo lo contrario. Pero la película no lo tiene tan claro y dedica buena parte de su metraje a contradecir a su personaje ya sea en el aspecto más puramente amoroso o en el heroico resistente, incidiendo en la parte más irracional, idealista y folletinesca.
- La guerra, como cualquier asunto que tiene una vertiente más abstracta y alejada de la realidad y en el que las ideas poco tienen que ver con el horror de los hechos, permite, al disolverse la responsabilidad individual en la masa o en el océano de los grandes valores, a muchos individuos cometer actos de una infinita bajeza y espanto con la seguridad satisfecha de estar haciendo lo más correcto o, si no, por lo menos con el apoyo de altos sueños.
- El gobierno checo en el exilio decide cometer el asesinato de Heydrich. Es decir, las decisiones las toman las altas instituciones y dirigentes a costa de la muerte de miles de civiles que no tienen voz ni voto. Nos suena a todos mucho ("Senderos de gloria" lo explicaba muy bien).
- Cabe preguntarse, si no afirmar directamente, si ese acto, el asesinato del gerifalte alemán, no fue un terrible error/horror estratégico, de proporciones gravísimas, además de una irresponsabilidad moral muy criminal. Murieron miles de inocentes por la vida de un solo hombre. Por muy importante que fuera el elemento, nunca valdría su eliminación pagar un precio tan alto, o eso sospechamos.
- La película, al final, parece que trata de justificar esa acción de manera poco convincente y bastante forzada.
- El final es malo. Se les va de las manos. Demasiada heroicidad peliculera rematada con una "iluminación" (esa visión luminosa antes de la pura y desnuda muerte) un poco grotesca. No era necesaria tanta exaltación. No coincide con la rugosidad tosca de tono que predomina en buena parte de la película.
- Los actores cumplen con solvencia. La fotografía es demasiado basta y la cámara se mueve un poco a lo loco, intentando crear desasosiego y emoción de forma torpe y desmañada.