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Voto de Ferdydurke:
1
6,1
11.245
Thriller
Dani, un buen chico que durante los últimos años de su vida se ha dedicado exclusivamente a cuidar de su padre enfermo, decide retomar su vida tras la muerte de éste. Justo cuando ha decidido emprender un largo viaje, conoce a Mila, una chica tan inquietante y sensual como inestable, que convertirá esa noche en una auténtica pesadilla. Las consecuencias de este encuentro llevarán a Dani hasta tal extremo que se planteará cosas que jamás habría podido imaginar. [+]
26 de junio de 2022
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Retrato asombroso, desolador y exacto, una foto, del hombre medio contemporáneo*, es todos, representa, símbolo, metáfora, epítome, concentrado, idea platónica (en/su negativo), que se debate agónica, irremediable y tristemente entre un solipsismo abrumador y autodestructivo, manso, no puede tocar a nadie, Tántalo, autismo a machamartillo, reprimido, flojo, timorato, cobarde, tonto, manejable, manipulable, aborregado, perdido, escindido, devorado, carcomido, sin alma, cerebro ni huevos, consumido, el ciudadano medio al fin y al cabo, y un afán desesperado de/por salir de su prisión/cascarón y conocer mundo, carne, pecado, aire fresco, eso, lo que le lleva, obvia indefectiblemente, al acabose, desata todas las furias, el infierno en la tierra, no la metas en caliente, el apocalipsis, Adán y Eva, Medea, mujer fatal, Viernes 13, matarse a pajas es malo, no muy sano, y ridículo, salir a follar por ahí es hasta peor, no hay remedio, cartujo o muerto, desgracia, descojonación, descalzaperros, manicomio.
Todo ello mostrado contado a lo grande; una concatenación sagaz y feliz, precisa y preciosa, relojera, sutileza, de causas y efectos que en cascada la mar de necesaria se suceden inevitablemente, se retroalimentan y frotan o friccionan alegremente, de la manera más justa, increíblemente verosímil en cada escena o mínimo detalle que se te ocurra, en todas las reacciones psicológicas de los personajes, en el contexto, la actuación de la policía, la abogacía, el paisanaje que por allí pace entero, perfecto, y muy tan especialmente en el comportamiento del protagonista que lo borda en ese derrotero o sentido, el más común de todos, ¿o quién no se comportaría así en su misma situación?, el que lo niegue o esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Y claro, todos los caminos llevan a Roma y a Mario Casas, merecidísimo Goya al mejor actor por semejante interpretación cargada hasta las trancas de sensibilidad, humildad, inteligencia y matiz, hondura, enorme, Homérico.
Y cerremos este somero repaso con las referencias y el estilo, cámara en mano, en el cogote, frenesí, compulsivo, ese que remite, obvio, a ¡Jo, qué noche! y a la de la ambulancia con Cage y Arquette, Al límite, lo mismo que a aquella del holocausto, El hijo de Saúl, y al de Noé Gaspar Irreversible. Incluso a la de Sorogoyen, Stockholm, no es no, no me violes.
Cine moderno, valiente, voraz, reflexivo, ansioso, proteico, potente, salvaje, creíble, pertinente.
Un día se te olvida dejar la propina en el bar de siempre y, sin comerlo ni beberlo, al momento siguiente, te ves apretando el botón rojo, defcon dos y uno, por qué no. Y al revés también. Si matas a un primo, al final tienes que acabar con la familia entera. Te quitas un padrón en un descuido y te acabas arrancando la piel a tiras. La cosa es empezar. (No) dejarlo estar ni amainar. Te ciegas.
Todo ello mostrado contado a lo grande; una concatenación sagaz y feliz, precisa y preciosa, relojera, sutileza, de causas y efectos que en cascada la mar de necesaria se suceden inevitablemente, se retroalimentan y frotan o friccionan alegremente, de la manera más justa, increíblemente verosímil en cada escena o mínimo detalle que se te ocurra, en todas las reacciones psicológicas de los personajes, en el contexto, la actuación de la policía, la abogacía, el paisanaje que por allí pace entero, perfecto, y muy tan especialmente en el comportamiento del protagonista que lo borda en ese derrotero o sentido, el más común de todos, ¿o quién no se comportaría así en su misma situación?, el que lo niegue o esté libre de pecado que tire la primera piedra.
Y claro, todos los caminos llevan a Roma y a Mario Casas, merecidísimo Goya al mejor actor por semejante interpretación cargada hasta las trancas de sensibilidad, humildad, inteligencia y matiz, hondura, enorme, Homérico.
Y cerremos este somero repaso con las referencias y el estilo, cámara en mano, en el cogote, frenesí, compulsivo, ese que remite, obvio, a ¡Jo, qué noche! y a la de la ambulancia con Cage y Arquette, Al límite, lo mismo que a aquella del holocausto, El hijo de Saúl, y al de Noé Gaspar Irreversible. Incluso a la de Sorogoyen, Stockholm, no es no, no me violes.
Cine moderno, valiente, voraz, reflexivo, ansioso, proteico, potente, salvaje, creíble, pertinente.
Un día se te olvida dejar la propina en el bar de siempre y, sin comerlo ni beberlo, al momento siguiente, te ves apretando el botón rojo, defcon dos y uno, por qué no. Y al revés también. Si matas a un primo, al final tienes que acabar con la familia entera. Te quitas un padrón en un descuido y te acabas arrancando la piel a tiras. La cosa es empezar. (No) dejarlo estar ni amainar. Te ciegas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Pisala.
* Esa mirada última lo dice todo, nos señala, reclama, como hacía Haneke en Funny Games, nos dice que él es nuestro reflejo, nuestro espejo, nos alude y culpa, nos hace responsables, denuncia y confronta, él es el síntoma, nosotros o vosotros somos o sois la enfermedad, incurable.
A continuación... él la ahoga con sus propias manos, y la tira del pelo al mismo tiempo, lo cual a ella le produce un postrero orgasmo antes justo de fallecer, hable con ella, y cuando cree que ya está, que se ha acabado la pesadilla, recibe otra llamada de su hermana en la que esta le cuenta, según su fuente o contacto dentro de la policía, que el muerto está en verdad muy vivo, que parece que ha debido resucitar pero que no se preocupe porque ha perdido la memoria y no le puede identificar, con lo que Casas, ni corto ni perezoso, nada más escuchar eso, la buena mala o nueva buena, vuelve a las andadas, a salir del calor de su hogar como alma que lleva el diablo, estaba ya en la cama recién tomado el colacao y tras haber rezado sus oraciones con el pijama del pato donald puesto, y se dirige presto raudo a la casa de autos, donde el vuelto a la vida le espera con los brazos abiertos, se añoran, es eso, y está friéndose un huevo, el o la hambre suele ir aparejada con la muerte, y donde Casas y el aparecido, por quítame allá esas pajas, la mala acostumbre, se enzarzan en un discusión que deriva en una hondonada de hostias, dale que te pego, a la golpiza, con la mala pata de que durante el forcejeo se derrumba el piso, tenía aluminosis, el concejal de urbanismo pidió tanto al constructor que este tuvo que recortar gastos para compensar, contrapunto, musical, suele pasar, y caen a plomo, morrocotudamente, hasta el mismo suelo, hacen tierra, campamento base, los dos, abrazados, el del oso, agarrados como en la canción de Sergio, el ciento un dálmata, igual que baila el mar con los delfiiiineeeees, pero hete aquí que el zombi, por pura mala suéter, el espinazo, del diablo, se parte, esta vez apunta a que sí, muere por segunda vez, la definitiva seguramente, y ya por fin Mario es feliz, justo hasta que recuerda, memoria fotográfica, es lo que tiene, que se ha dejado en el hospital, donde mató a la chica, viva Milena, el móvil que, más o menos, robó al grupo de mocitas, el que le implica directamente, sin la más mínima duda razonable, en todos los crímenes abundantemente perpetrados, y ya no sabe si regresar a la UCI para recuperarlo y, ya de paso, exterminar a todos los trabajadores que le hayan podido ver, o si quizás tal vez sea mejor perseguir a las mocitas y eliminarlas a ellas sistemáticamente que también le pueden reconocer, entretanto, cuando la duda le consume o corroe y no sabe bien, el orden de los factores puede llegar a alterar el producto dependiendo del observador, qué hacer, Pinto o Valdemoro, rubia o morena, burdel o mancuerna, observa a lo lejos a un bebé, el bebé, el que había en el coche con el que huyó, que le está señalando con el dedo, acusador, riendo, alzado del suelo, mefistofélico, con un birra muy espumosa en la mano más siniestra, embutido en un pantalón de pitillo, color butano, con un tatuaje que señala el día de la bestia en la misma frente, una señal del destino que le obliga a...
* Esa mirada última lo dice todo, nos señala, reclama, como hacía Haneke en Funny Games, nos dice que él es nuestro reflejo, nuestro espejo, nos alude y culpa, nos hace responsables, denuncia y confronta, él es el síntoma, nosotros o vosotros somos o sois la enfermedad, incurable.
A continuación... él la ahoga con sus propias manos, y la tira del pelo al mismo tiempo, lo cual a ella le produce un postrero orgasmo antes justo de fallecer, hable con ella, y cuando cree que ya está, que se ha acabado la pesadilla, recibe otra llamada de su hermana en la que esta le cuenta, según su fuente o contacto dentro de la policía, que el muerto está en verdad muy vivo, que parece que ha debido resucitar pero que no se preocupe porque ha perdido la memoria y no le puede identificar, con lo que Casas, ni corto ni perezoso, nada más escuchar eso, la buena mala o nueva buena, vuelve a las andadas, a salir del calor de su hogar como alma que lleva el diablo, estaba ya en la cama recién tomado el colacao y tras haber rezado sus oraciones con el pijama del pato donald puesto, y se dirige presto raudo a la casa de autos, donde el vuelto a la vida le espera con los brazos abiertos, se añoran, es eso, y está friéndose un huevo, el o la hambre suele ir aparejada con la muerte, y donde Casas y el aparecido, por quítame allá esas pajas, la mala acostumbre, se enzarzan en un discusión que deriva en una hondonada de hostias, dale que te pego, a la golpiza, con la mala pata de que durante el forcejeo se derrumba el piso, tenía aluminosis, el concejal de urbanismo pidió tanto al constructor que este tuvo que recortar gastos para compensar, contrapunto, musical, suele pasar, y caen a plomo, morrocotudamente, hasta el mismo suelo, hacen tierra, campamento base, los dos, abrazados, el del oso, agarrados como en la canción de Sergio, el ciento un dálmata, igual que baila el mar con los delfiiiineeeees, pero hete aquí que el zombi, por pura mala suéter, el espinazo, del diablo, se parte, esta vez apunta a que sí, muere por segunda vez, la definitiva seguramente, y ya por fin Mario es feliz, justo hasta que recuerda, memoria fotográfica, es lo que tiene, que se ha dejado en el hospital, donde mató a la chica, viva Milena, el móvil que, más o menos, robó al grupo de mocitas, el que le implica directamente, sin la más mínima duda razonable, en todos los crímenes abundantemente perpetrados, y ya no sabe si regresar a la UCI para recuperarlo y, ya de paso, exterminar a todos los trabajadores que le hayan podido ver, o si quizás tal vez sea mejor perseguir a las mocitas y eliminarlas a ellas sistemáticamente que también le pueden reconocer, entretanto, cuando la duda le consume o corroe y no sabe bien, el orden de los factores puede llegar a alterar el producto dependiendo del observador, qué hacer, Pinto o Valdemoro, rubia o morena, burdel o mancuerna, observa a lo lejos a un bebé, el bebé, el que había en el coche con el que huyó, que le está señalando con el dedo, acusador, riendo, alzado del suelo, mefistofélico, con un birra muy espumosa en la mano más siniestra, embutido en un pantalón de pitillo, color butano, con un tatuaje que señala el día de la bestia en la misma frente, una señal del destino que le obliga a...