Media votos
4,2
Votos
2.761
Críticas
2.758
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
7
8,2
30.923
Cine negro. Intriga
Un agente de la policía de narcóticos (Heston) llega a la frontera mexicana con su esposa justo en el momento en que explota una bomba. Inmediatamente se hace cargo de la investigación contando con la colaboración de Quinlan (Welles), el jefe de la policía local, muy conocido en la zona por sus métodos expeditivos y poco ortodoxos. Una lucha feroz se desata entre los dos hombres, pues cada uno de ellos tiene pruebas contra el otro. (FILMAFFINITY) [+]
12 de mayo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como una de David Lynch que no se hubieran atrevido a hacer. "Corazón salvaje" mexicano, Sailor y Lula en la noche más oscura, llena la luna.
O el embrión de "Psicosis", un Norman Bates bisoño haciendo sus pinitos en esto de regentar moteles siniestros situados en carreteras sin nombre.
O Coppola y su grabadora en "La conversación".
Y Fincher y los asesinos y detectives en "Seven" o "Zodiac".
Y de Palma y sus exhibicionismos formales.
Muchos han bebido del maestro.
Explota de cine Welles, estallan las costuras de sus pantalones ante su insaciable hambre de imágenes, este gordo poeta de poesía gigante que trasforma todo lo que mira en oro cinematográfico, que otorga a cada plano grandeza, belleza, precisión, un significado inédito a cada fotograma, descubre el mundo, lo nombra de nuevo, lo llena de verdad y plenitud, su cine es una celebración, un deslumbramiento, mesmerismo y su gozo.
Es uno de los cineastas es los que más claramente se puede distinguir entre el fondo y la forma, ya que así como aquí su potencia audiovisual es demencial, alucinante y alucinógena, todo, desde muchos de sus acerados diálogos (de los que a veces saltan chispas de ingenio, sarcasmo y cachondeo) hasta su banda sonora, pero sobre todo sus imágenes, los ángulos imposibles, exactos, el encadenado de planos, el montaje, la luz, lo dicho, un puñetero genio, en cambio, sigamos, el fondo, lo que cuenta, la construcción de los personajes, las muchas situaciones, la misma historia, es puro material de derribo, cuatro tópicos mal juntados y a correr que son dos ratos y a ver donde ponemos la cámara que es lo que cuenta, y en realidad nos da igual, toda la trama es la excusa para que Orson exhiba su enfermizo, prodigioso potencial, su enloquecida capacidad audiovisual, nada nos importa, hasta nos sobra toda esa chusca chufla, esa ridícula tontería de las drogas, las falsas pruebas, su tía, los malos mexicanos con pelucas, su vecina, probe Miguel, su pistonuda mujer, el nefando pasado, lugar común increíblemente visitado, del corrompido Orson con mujer muerta en el recuerdo atormentado.
Pero aun así, en todo ese engendro, a cada meandro de la historia que se apunta, debido a su abracadabrismo narrativo, le otorga a cada idiotez de guion un tremendo poder evocativo, una inmensa capacidad sugestiva que abre caminos inesperados, entre la vigilia amenazante y la pesadilla surrealista.
Aquí no se aprende nada sobre la vida ni la historia ni la filosofía, eso en otra ventanilla, no hay personajes profundos ni complejidades humanas, son arquetipos del cine negro, rígidos y conocidos y consabidos (a lo sumo el cachalote Quinlan con su aspecto físico monstruoso y su cachondo cinismo tiene una pizca extra de gracia y originalidad), esto es otra cosa, esto son truenos y relámpagos de talento en trance, es sueño, hipnotismo, abismo, delirio, hallazgo, sospecha, paranoia, locura, belleza, miedo, epifanía y un constante y eterno deleite.
En fin, un creador abismal y superficial, su hondura es tan epidérmica como gozosa e inteligente, su mirada muestra, no explica, enseña, no profundiza, adivina, halla, no investiga, descubre, no rodea.
Me río y aplaudo, ya que aquí también hay humor del bueno, esquinado, generoso (como del mismo príncipe Hamlet, negro, fatalista, desesperado). Tras toda esa tramoya se esconde un gordo feliz que en el fondo se ríe un poco bastante de todo, lo quiere hacer todo perfecto, tiene orgullo, sabiduría y trabajo, por eso esta obra es tan hermosa, pero su única fe verdadera es el cine, y se nota, fanático creyente e intransigente en el dios más bello y bueno, el del cine negro, y en la imagen como alquimia y regalo.
O el embrión de "Psicosis", un Norman Bates bisoño haciendo sus pinitos en esto de regentar moteles siniestros situados en carreteras sin nombre.
O Coppola y su grabadora en "La conversación".
Y Fincher y los asesinos y detectives en "Seven" o "Zodiac".
Y de Palma y sus exhibicionismos formales.
Muchos han bebido del maestro.
Explota de cine Welles, estallan las costuras de sus pantalones ante su insaciable hambre de imágenes, este gordo poeta de poesía gigante que trasforma todo lo que mira en oro cinematográfico, que otorga a cada plano grandeza, belleza, precisión, un significado inédito a cada fotograma, descubre el mundo, lo nombra de nuevo, lo llena de verdad y plenitud, su cine es una celebración, un deslumbramiento, mesmerismo y su gozo.
Es uno de los cineastas es los que más claramente se puede distinguir entre el fondo y la forma, ya que así como aquí su potencia audiovisual es demencial, alucinante y alucinógena, todo, desde muchos de sus acerados diálogos (de los que a veces saltan chispas de ingenio, sarcasmo y cachondeo) hasta su banda sonora, pero sobre todo sus imágenes, los ángulos imposibles, exactos, el encadenado de planos, el montaje, la luz, lo dicho, un puñetero genio, en cambio, sigamos, el fondo, lo que cuenta, la construcción de los personajes, las muchas situaciones, la misma historia, es puro material de derribo, cuatro tópicos mal juntados y a correr que son dos ratos y a ver donde ponemos la cámara que es lo que cuenta, y en realidad nos da igual, toda la trama es la excusa para que Orson exhiba su enfermizo, prodigioso potencial, su enloquecida capacidad audiovisual, nada nos importa, hasta nos sobra toda esa chusca chufla, esa ridícula tontería de las drogas, las falsas pruebas, su tía, los malos mexicanos con pelucas, su vecina, probe Miguel, su pistonuda mujer, el nefando pasado, lugar común increíblemente visitado, del corrompido Orson con mujer muerta en el recuerdo atormentado.
Pero aun así, en todo ese engendro, a cada meandro de la historia que se apunta, debido a su abracadabrismo narrativo, le otorga a cada idiotez de guion un tremendo poder evocativo, una inmensa capacidad sugestiva que abre caminos inesperados, entre la vigilia amenazante y la pesadilla surrealista.
Aquí no se aprende nada sobre la vida ni la historia ni la filosofía, eso en otra ventanilla, no hay personajes profundos ni complejidades humanas, son arquetipos del cine negro, rígidos y conocidos y consabidos (a lo sumo el cachalote Quinlan con su aspecto físico monstruoso y su cachondo cinismo tiene una pizca extra de gracia y originalidad), esto es otra cosa, esto son truenos y relámpagos de talento en trance, es sueño, hipnotismo, abismo, delirio, hallazgo, sospecha, paranoia, locura, belleza, miedo, epifanía y un constante y eterno deleite.
En fin, un creador abismal y superficial, su hondura es tan epidérmica como gozosa e inteligente, su mirada muestra, no explica, enseña, no profundiza, adivina, halla, no investiga, descubre, no rodea.
Me río y aplaudo, ya que aquí también hay humor del bueno, esquinado, generoso (como del mismo príncipe Hamlet, negro, fatalista, desesperado). Tras toda esa tramoya se esconde un gordo feliz que en el fondo se ríe un poco bastante de todo, lo quiere hacer todo perfecto, tiene orgullo, sabiduría y trabajo, por eso esta obra es tan hermosa, pero su única fe verdadera es el cine, y se nota, fanático creyente e intransigente en el dios más bello y bueno, el del cine negro, y en la imagen como alquimia y regalo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Quinlan no debería haber muerto, es inmortal en verdad, esa tópica bala perdida que le tributa su amigo desencantado como fin de fiesta y gloriosa, feliz despedida, debería haber salido silbando, caído en saco roto, pero bueno, toda la película es en realidad el homenaje a ese policía de vuelta de todo, que ha asumido todo el mal del mundo en sus adoloridas carnes y ya no puede más, arrastra su penosa humanidad como un toro seriamente dañado, muy sangrado, herido, descojonado, mierda hecho, es el adiós a la vida de este hombre extraordinario, en palabras de la gitana adivina que despide la película, esa Dietrich a la que aquí se la echa de menos, su presencia es escasa y estaba muy graciosa.
Heston es demasiado seco y soso, Leigh, aunque es/está tremenda, me temo que está puesta por el ayuntamiento, muy de relleno, luciendo palmito para alegrarnos el espíritu. Y los demás, el coro, nos importan un cojón prieto, un comino y un pimiento.
Nos quedamos con Quinlan, otra vez, el director de todo esto, ese aciago demiurgo que lo cuenta todo como si hubiera sido agraciado con alas de ángel, con un halo.
Es una película tan estilizada que parece que va a saltar todo por los aires en cualquier momento, pero no, Orson tiene el temple, la fuerza y el coraje más que suficientes para sujetar su genio y ser capaz de contar una historia con su principio y su fin, de cabo a rabo, con mano de hierro, con un final feliz de pareja de enamorados y malo muerto que es un inevitable, aburrido acierto.
Heston es demasiado seco y soso, Leigh, aunque es/está tremenda, me temo que está puesta por el ayuntamiento, muy de relleno, luciendo palmito para alegrarnos el espíritu. Y los demás, el coro, nos importan un cojón prieto, un comino y un pimiento.
Nos quedamos con Quinlan, otra vez, el director de todo esto, ese aciago demiurgo que lo cuenta todo como si hubiera sido agraciado con alas de ángel, con un halo.
Es una película tan estilizada que parece que va a saltar todo por los aires en cualquier momento, pero no, Orson tiene el temple, la fuerza y el coraje más que suficientes para sujetar su genio y ser capaz de contar una historia con su principio y su fin, de cabo a rabo, con mano de hierro, con un final feliz de pareja de enamorados y malo muerto que es un inevitable, aburrido acierto.