Parece que Chazelle y su equipo han levantado el pie del acelerador, después de venir lanzado con "Whiplash" (2014) y "La, la, Land " (2016), a pesar de llevarnos hasta la Luna. Se cumplen 50 años de la hazaña y no tocaba otra que conmemorarlo en la gran pantalla. Y se hace bien en utilizar la propuesta basada en la biografía del hombre que por azar (la puerta de salida del Eagle estaba de su lado) fue el primer ser humano en dejar su huella en ese pedazo de nosotros mismos que se desgajó como una hija rebelde de la madre tierra para ser ella misma. Claro que madre e hija siguen relacionándose, aunque ella siempre ofrezca la misma cara resplandeciente que maquilla las marcas de su "acné" sideral y nos oculte su lado más oscuro, hasta que un día se vuelvan a encontrar en un abrazo probablemente final.

Decía pues, que detrás de la epopeya hay hombres y mujeres (pocas en la película) que mientras van y vienen por el espacio viven las suyas propias, probablemente más difíciles de superar.  Chazelle busca el equilibrio entre ambas. Intenta con afán ser realista en toda la parafernalia científica aunque inevitablemente cae en muchos errores y omisiones conscientes sin relevancia en el resultado final de lo que nos quiere contar. Armstrong paradojicamente nunca entrenó en el simulador de rotación extrema y fue el único astronauta que posteriormente la sufrió realmente. Y lo que nos quiere contar es que los tiempos, como casi todos, eran convulsos. El "tramposo" estaba gestionando la guerra fría y las calientes y había que darles la Luna a aquellos que la pedían en los 60 a pesar de que fuera literal y costase lo que costase. Y costó mucho, sobre todo en vidas humanas. Fallos y errores  (se alunizó de milagro y en el último segundo) para conseguir aciertos y con unos niveles de tecnología que hoy que no vamos ya a la Luna nos parecen de guardería. La polémica sobre emplear dichos recursos en solucionar los problemas acuciantes de la tierra es estéril, dichos recurso sobran si son bien gestionados y la investigación sea cual sea el campo siempre aportará las herramientas necesarias para mejorar en la medida de lo posible el caos que produce nuestra especie.

En paralelo a la parafernalia aeroespacial de esos "niños grandes" jugando con sus cohetes, conocemos al Comandante. Un hombre más bien huraño e introspectivo, cerrado sobre si mismo, de pocas palabras y gestos (Gosling en ese sentido perfecto) que se atrinchera en su trabajo porque no es capaz de gestionar el dolor que le produjo la muerte de su hija pequeña por un tumor cerebral. Su primera mujer, Janet, tiene que cubrir la retaguardia familiar e inmolarse en el sacrificio de ser la mujer de un astronauta y de un marido que la abandonó mucho antes de subirse a ningún cohete. Claire Foy puede de sobra con ello. El resto es historia cargada de matices y ramificaciones que Chazelle no explora, cierra la historia y los planos sobre sus protagonistas con un esmerada producción "clásica", con Spielberg como productor ejecutivo, afortunadamente sin patriotismos añadiendo otro punto de vista a la filmografía espacial. Dicen que Clint Eastwood estuvo a punto de dirigirla. Seguro que hubiera dedicado muchos planos a clavar la bandera de las barras y las estrellas donde hiciera falta. 

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