Declara Robert Pattinson que a tenor de la notable tarjeta de presentación que nos ofreció con "La bruja" (2016) este director de New Hampshire de 37 años, Robert Eggers "es un tipo raro".  Reconoce sin embargo que posee un carácter afable, luego deducimos que su rareza entendida de forma muy positiva como algo que se sale de lo establecido o lo común hay que aplicarla a su cine primordialmente. "El faro" lo corrobora.

En "El faro" Eggers consigue poner en imágenes todo aquello que le apasiona en un caldo primigenio que remueve con extrema y puntillosa delicadeza y mucho conocimiento de causa de cada un de los ingredientes que allí se cuecen. El diseño de producción teatral, la mitología, los cuentos de los hermanos Grimm, Poe, Melville, Shakespeare, William Blake, Lovecraft, Stevenson, Coleridge, Goya.... Por no hablar de referentes cinematográficos: Hitchcock, Huston, Lang (el inicio del expresionismo alemán)..., como bien apunta Elsa Fdez-Santos ("El País" 10 Enero 2020). Ordenar y controlar, embridar y encauzar tal aluvión referencial y hacerlo suyo, de autor, es una proeza monumental que denota el talento y el genio de este director y guionista que sublima el género del terror y cuyas imágenes en movimiento son de las que perduran.

"El faro" es una historia telúrica. El entorno, el mar, los elementos calan hasta los huesos y nunca mejor dicho, a estos hombres que conviven con sus soledades, cargan con sus demonios y luchan por el fuego prometeico entorno a un "falo" gigante (según afirma el propio director). Otra vez la mitología. Un Priapo gigante que incita la fértil sexualidad bajo los auspicios del vino (o la ginebra) de su padre Dionisos y que alberga la luz de la sabiduría, la manzana de la discordia que conlleva el castigo divino.

Los personajes de Dafoe y Pattinson (ambos histriones en estado de gracia con técnicas actorales diferentes) hablan poco pero cuando lo hacen vomitan una verborrea preñada de acentos y digna de los mejores bardos. La labor de investigación en este sentido por parte del director es apabullante, tanto como una realización técnica casi arqueológica que ofrece un resultado sobresaliente en su blanco y negro mostrándonos los hechos como "a través de un cristal sucio" puntualiza Eggers. La realización sonora no le va a la zaga. 

Es cierto que el exceso formal marca y está por encima de una narración que deviene caótica, psicologicamente explosiva y delirante. Contrastar que no comparar (no lo admite) con la interesante "Keepers, el misterio del faro" (Kristoffer Nyholm / 2018) con la que coincide en planteamiento sería un buen ejercicio para los alumnos de cinematografía y para cualquier cinéfilo que se precie.

Fellini  acabó por adjetivar con su nombre todo un estilo de puesta en escena, de hacer cine. Auguro que Egger va por el mismo camino.

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