"Aire quieto", traducción literal. Y el director consigue no solo parar el aire sino crear un inquietante paréntesis, donde el espacio y el tiempo se funden, se ralentizan, nos llevan a otra realidad posible donde los bordes del pasado y el futuro se difuminan y solo queda un presente donde las cosas puedan ser diferentes a lo que eran. Toda una metáfora existencial que Costanzo y sus actores tratan con mimo, con meticulosidad, sin prisas, atentos a la menor grieta que resquebraje todo. Unas horas para reinventar el mundo en un paraje aislado, en una prisión exterior e interior que cobra vida en el imponente y vetusto edificio y donde unos hombres sueñan con el espejismo de ser libres en hermandad.

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