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España España · MADRID
Voto de ELZIETE:
7
Drama La Inglaterra rural de 1865. Katherine (Florence Pugh) vive angustiada por culpa de su matrimonio con un hombre amargado al que no quiere y que le dobla la edad, y de su fría y despiadada familia. Cuando se embarca en un apasionado idilio con un joven trabajador de la finca de su marido, en su interior se desata una fuerza tan poderosa que nada le impedirá intentar conseguir lo que desea. (FILMAFFINITY)
10 de noviembre de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1865 el escritor y periodista ruso Nicolái Leskov publicó su novela corta: “Lady Macbeth de Metsensk”, inspirada en el inmortal personaje de Shakespeare. Sobre dicho cuento la joven dramaturga inglesa Alice Birth se estrena en el guión cinematográfico. Con bastante fidelidad al original al menos hasta el capitulo 11 (la novela tiene 15), Birth traslada al personaje de Rusia a Inglaterra en el mismo periodo histórico y le dota junto con el director Oldroyd (reputado director teatral que también se estrena en el largometraje) de un cariz “moderno”, universal, que trasciende el melodrama victoriano para intentar convertirse en la anti Madame Bovary que acaba claudicando. Aquí es la mujer que lucha y se revela a toda costa contra la sociedad clasista y machista que en mayor o menor medida todavía colea en el mundo. Y lo hace con la misma crueldad y el cinismo con que es tratada.

Esa pretendida atemporalidad por mucho que se encuadre en un sobrio y severo marco victoriano rural de finales del XIX, acaba por ser la nota discordante de la propuesta. La tensión entre la transgresión de las normas ya sea por pasión o por rebeldía contra ellas y la inmensa losa moral que dichas normas imponen no acaba de traslucirse como debiera. Si de pasión hablamos tampoco esta funciona como la olla a presión desencadenante de las explosiones posteriores. Entre la señora y el esclavo no hay suficiente química ni física como para ello por mucho que los actores ponen de su parte.

Si por el contrario apelamos a la rebeldía ante las injusticias de género, el último acto donde se implica a un inocente estaría aún menos justificado, a no ser que forcemos la interpretación en la cual “la mujer” demuestra como ser humano, que es capaz de igualar al varón no solo en virtudes sino también en sus egoísmos y mezquindades.

Si a todo ello le añadimos la fría y medida narración la cosa no acaba de cuajar por notable que sea el resultado, reconociendo a Oldroyd su capacidad visual y de síntesis, a la que se añade un notable trabajo fotográfico y el potente magnetismo de Florence Pugh a quien ya le llueven los contratos.
ELZIETE
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