El título resume la película. Es raro el año en que hollywood no bañe de nominaciones al Óscar una película de mediocre para abajo, intentando colarnos directores con talento (inexistente), un reparto repleto de estrellas (que no actúan un pimiento) y una historia profunda (profundamente simple, aunque enredada y adornada, o dicho de otra forma, pretenciosa).

Es un quiero y no puedo. Y eso que hasta es entretenida en algunos momentos, pero en realidad lo que hace es repetir la misma escena una y otra vez (pillamos a los estafadores, pillamos al alcalde, pillamos a los ministros, pillamos a la mafia...), y claro, ves como la ambición de la película va subiendo, ves como se va descontrolando todo y poco a poco empiezas a esperar un final dramático-cómico que el film parece estar preparando, que le otorgue sentido de existencia a las más de dos horas de duración, que te explique a qué coño viene todo esto, suponiendo que hay algo más allá del explotado tema de la doble cara del sueño americano que parece estar presente en toda película comercial de Estados Unidos desde hace años. Esperas el final, llega el final, y el título cobra sentido. Te das cuenta de que te han vendido dos horas del bodrio comercial de turno disfrazado de película del año, te das cuenta de que el cine es cada vez un poco más mierda y cada vez un poco más estafa. Que los directores no son capaces de evitar el recurso de la voz en off para contar lo que ellos no son capaces de mostrar con la cámara, que los guionistas escriben los guiones en una tarde y no se molestan en mejorarlos o cambiarlos, que la capacidad interpretativa de los actores disminuye al tiempo que su fama aumenta, y que las películas disfrazadas de obras maestras dan pena y son malísimas.

Otra gran estafa americana.