La película es una historia de viaje al origen. El origen de la soledad, el origen del amor, el origen del universo. El personaje principal es un astronauta en una misión que busca estudiar un fenómeno espacial desconocido. Cuando está llegando a la zona de influencia comienza un viaje interior durante el cual revisita su pasado en busca del motivo de su soledad autoinfligida, reflexiona sobre una relación amorosa que ha llegado a su fin, sobre la relación con su padre, sobre la decisión de perseguir el conocimiento en lugar de la felicidad, y sobre si todo ello ha valido la pena.

Si dicho viaje es una alucinación provocada por las partículas de la nube misteriosa o si realmente el cosmonauta ha hecho contacto con una araña alienígena psicóloga da lo mismo, el núcleo temático es la introspección del protagonista.

Visualmente es atractiva, con imágenes cautivadoras del espacio y el interior de la nave. Adam Sandler se defiende aunque se le nota un poco perdido.

Todo pinta muy bien pero el resultado es fallido, porque la película se explica demasiado. Una cosa es hacer reflexionar al público y otra diferente es reflexionar por él. La araña no deja de hablar un solo momento, se hace pesada de cuidado con su filosofía masticada. Los dramas que se plantean son de andar por casa y su resolución es facilona. El recorrido espiritual no logra alcanzar la profundidad requerida en un pretendido drama metafísico, permaneciendo en el camino de la superficialidad. Para rematar, el punto de vista de la tierra (la novia y el contacto de la misión) sobra, el foco no debería haber abandonado la nave más que en recuerdos, pues no aporta nada lo que sucede en otro lugar.

Se puede ver, la temática es interesante, pero fracasa en su intento de alcanzar las estrellas.