Tan olvidada está esta película que mucha gente cree que en realidad el primer hombre lobo del cine fue el de 1941. Pero no, aquí está el licántropo original de la universal, tuviese más o menos éxito, y aunque beba bastante de la estructura del 'Dr. Jekyll & Mr. Hyde' y herede elementos de 'El hombre invisible', no deja de ser una historia curiosa, rodada con ingenio y con un argumento original.

Algo muy interesante es la doble lectura que se puede sacar de la historia que aquí nos plantean, algo característico de las buenas películas de terror y que contienen la mayor parte del universo de los monstruos. En este caso, la película no va solo de un científico que se convierte en hombre lobo en las noches de luna llena y sale a la caza de víctimas, también es la historia de un cornudo que no puede soportar la infidelidad de su esposa y se desquita asesinando a las mujeres ligeras de cascos que se encuentra, las cuales le recuerdan su propia miseria y el engaño de su mujer. Hay numerosas referencias y detalles entre lineas que apoyan esa lectura, lo que no está exento de ironía teniendo en cuenta que tuvieron que rebajar el tono de la transformación precisamente por la censura de la época. Siempre me ha parecido fascinante la capacidad de los artistas cinematográficos para colar dobles significados en sus obras como respuesta a las prohibiciones impuestas. La que aquí presenciamos quizás no sea tan compleja como la que se ve por ejemplo en ‘La novia de Frankenstein’, del mismo año, pero es igualmente elogiable.

Otro punto importante y que puede resultar el más intrigante antes de ver el filme es el de cómo resuelven los efectos de la transformación. La del hombre lobo es la más complicada de los monstruos y la época no estaba tan avanzada. Bueno, pues si bien la vemos varias veces y suelen ser superposiciones de distintas etapas del maquillaje, la primera y más impresionante es ciertamente perspicaz, con el paso del protagonista entre varias columnas que sirven de corte de plano velado, y tras las cuales tenemos una nueva etapa. La falta de medios agudiza el ingenio, como se suele decir.

Henry Hull hace un trabajo bastante decente como científico obsesivo cornudo licántropo y el resto del reparto cumple sin más. Bien conseguida la ambientación del Londres nebuloso de aspecto casi victoriano, y buen uso de la banda sonora, muy presente.

Curiosa, entretenida, injustamente olvidada y en sintonía con el resto de títulos de la época.