A ‘Cujo’ podemos meterla en el saco de adaptaciones anodinas de novelas de Stephen King. No es tampoco una novela fácil de adaptar, pues la mitad de la acción sucede en el interior de un coche y la historia de terror es un añadido a un drama familiar por partida doble que sirve, en cierto modo, de cruel castigo a los pecados de los involucrados. Un horror terrenal que desgasta física y psicológicamente, sin descanso.

Eso la novela, que la película no consigue nada de lo mencionado. Una de las historias familiares se omite directamente, mientras la otra se queda en la nada, tan fuera de tono y carente de profundidad que parece que sobra también. Tal vez ese sea el error, otorgar el protagonismo a la parte equivocada de la historia.

¿Y qué tal está entonces la parte en la que se centra? Pues regular. Es fiel a la obra original en gran medida, eso sí. El perro y su degradación física y mental es lo único que está conseguido, dando cierto miedo en sus apariciones y transmitiendo en su mirada una inteligencia casi humana, turbada por una enfermedad que le nubla el juicio. El perro concede la mejor interpretación de la película. Todo lo demás es papel mojado. Una tensión con altibajos, unos cambios de escena abruptos, cada parte de la historia sigue su propio camino, los personajes carecen de profundidad, hay subtramas sin desenvolver que no pintan nada, la historia carece de desarrollo dramático y el final es una inmundicia. Una de las contadas veces que el escritor de Maine idea un gran final y van y lo cambian por esa manida basura. Aunque todo el conjunto es tan lamentable que hubiese dado igual.

No sirve ni como comida para perros.