La historia se puede interpretar de dos formas:

Por un lado podemos creer en la historia de fantasmas, donde los antiguos criados ¨acechan¨ a los niños, influenciándolos y acercándose a sus cuerpos, poseyéndolos. La nueva institutriz puede verlos e intenta apartar a los niños de ese mal, expulsando a los perversos espíritus que se han adueñado de ellos.

La otra interpretación es más enrevesada pero, según mi modo de ver, es la correcta. Esta no es una historia de fantasmas, sino la de una mujer resquebrajada sentimentalmente que, sin pretenderlo, se siente atraída por el niño que debe cuidar, viendo en él a su hombre deseado. Su mente, en afán de protegerla de esa realidad, comienza a crear una historia donde el niño está poseído por un adulto, explicando así la atracción que siente por él. La actitud de los niños, su aparente falta de inocencia y su lenguaje escandaloso se explicarían porque la antigua pareja de criados los había ¨contaminado¨. Aunque no se diga explícitamente, en la película se insinúa que la pareja los utilizaba, de alguna forma, en sus prácticas sexuales. De ahí su extraño comportamiento y la dualidad entre inocencia y madurez. Por otra parte, la atracción de la institutriz hacia el niño es evidente, quedando embelesada ante su forma de hablar, desconcertada por su beso de buenas noches, excitada en sueños y, además, se puede hacer un paralelismo entre esta relación y la de la pareja de criados, incluso en el final. Un final, por cierto, de puro horror.

Ahora bien, que cada cual saque sus propias conclusiones. La película es una imprescindible para amantes del terror (y cine en general). Decir para terminar que su título original (¨The Innocents¨) es mucho más acertado que la desconcertante traducción (¨Suspense¨).