El ser humano se enfrenta a sí mismo en un escenario acertado, oscuro y cruelmente irónico. El orgullo, la Iglesia, el poder o el petroleo, entre otros, se dan cita en las vastas tierras californianas de principios del XX y libran una batalla metafísica que, gracias a la artesanía de Anderson, una banda sonora que sorprende y encarna la locura y visceralidad de la psicología propia del film, y al papel maravilloso, magno, demencial, inolvidable, terrorífico, que huele a eterno de Daniel Day-Lewis -Aunque merece mención especial Paul Dano, un predicador que oscila entre la lástima y la repugna de manera sublime-, hacen de esta "There will be blood" un ente vivo, una obra redonda y pulida que permanece en el recuerdo del espectador como un monstruo que vive de generación en generación en forma de leyenda.


Un excelente trabajo que consigue el cometido de convertir lo que debe ser un ejercicio de narración en una unidad inteligente y viva que cultiva y germina los auténticos pozos del ser humano.