Algo así no tiene parangón en otras cinematografías: la fijación obsesiva, casi sexual de Hollywood por dañar sus grandes símbolos en el celuloide es muy llamativa. Olympus has fallen es un eslabón más en esta interminable cadena, pero un eslabón estúpido, aburrido e innecesario en el que Butler hace de McLane, Eckhart de Kennedy y Freeman... de Freeman. Aunque nuestro aguante para los tópicos y las convenciones narrativas de este tipo de películas es amplio, se ve desbordado para las escenas de acción absolutamente descabelladas que se nos presentan: la set piece de la entrada de los terroristas norcoreanos (a los chinos y a los rusos ya no puede tocárseles) ha debido causar sonrojo en los autéticos responsables de seguridad de la Casa Blanca porque sugiere que cualquiera puede hacerlo y solo un macho man, un Leónidas, puede salvar el día como el que no quiere la cosa. Aparte, todo tiene un cierto aire de cutredad que se perdonaría con un guión más imaginativo y/o sarcástico, pero que en este caso solo hace desear que el fin llegue pronto.