Charlie Brooker es asín: le tiene sin cuidado que el espectador se sienta cómodo viendo la caja tonta, que para eso está Aguila Roja y su siglo XVII paralelo. La nueva temporada de Black Mirror empieza fuerte con este revulsivo cerebral del que no debería adelantarse nada porque es un auténtico placer descubrirlo por primera vez. Solo diré que nuevamente se explora la relación hombre-máquina y se lleva hasta sus últimas consecuencias, generando una serie de predicciones francamente inquietantes. La gran baza de Brooker, aparte de ser un provocador nato (y necesario), radica en que hace guiones con una gran calidad literaria, de forma que todos sus capítulos podrían recogerse en un libro de relatos y tendríamos un clásico de la ciencia ficción. En definitiva, muy recomendable viaje a lugares muy oscuros de nosotros mismos y que cuenta con uno de los finales más poéticos y turbadores vistos en televisión.