PIxar se ha hecho mayor delante de nuestros ojos... Inside Out es una película técnicamente deliciosa, estratosférica en cuanto a sublimación de la gestualidad humana, de una valentía inaudita para otros estudios y, en definitiva, el producto talentoso de un equipo maduro. Y eso es bueno, porque les coloca sin lugar a dudas en lo alto de la cadena alimenticia en el mundillo de la animación y nos proporciona cine de gran calidad. Pero es conveniente hacer una advertencia: Inside Out no sigue la fórmula clásica de introducir guiños adultos en un producto básicamente infantil, sino más bien todo lo contrario. El guión es intachable, imaginativo y osado, ambicioso sin pretenciosidad, pero su descripción de la mente humana está más próxima al hombre-máquina de Descartes o a Freud que a una refrescante película de monigotes. El diseño de personajes (portentoso) hará las delicias de los pequeños y venderá muchos muñecos, pero al margen de algún gag más informal el conjunto está claramente destinado al adulto. Y es que a diferencia de películas anteriores la sensación final no es de entusiasmo, de corazón ligero, sino de admiración, de gratitud y de una melancolía muy mal disimulada. Todo aquello que se entreveía en la trilogía de Toy Story se lleva un paso más allá y no se esconde en ningún momento que crecer es evolucionar, es perder al mismo tiempo que ganar y, sobre todo, es tomar el peligroso camino que bordea los páramos de la depresión. ¿Será esta la línea a seguir?: probablemente Pixar ofrecerá en los próximos años productos similares entremezclados con otros más afines a sus primeros pasos. Y que así sea.