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Voto de Juan Marey:
8
Comedia Jones es un tipo normal y corriente, simpático y de buen humor, trabajador ejemplar. Su problema es que tiene un enorme parecido con Marion, el peligroso gángster que asola la ciudad con sus fechorías. Tras ser detenido en varias ocasiones, víctima de esta confusión, la policía decide elaborar un salvoconducto especial para Jones. Con esta identificación, Jones podrá recuperar su vida cotidiana, sin verse sobresaltado por los crímenes ... [+]
24 de julio de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pese a su proverbial sentido del humor, presente a lo largo de su fecunda e irrepetible filmografía, John Ford rodó muy pocas comedias en sentido estricto, esta es una de ellas. Evidentemente, el mejor John Ford, el que firmaría algunas de las mejores películas de la historia del cine, aún estaba por venir, pero su oficio y talento ya queda certificado con la capacidad de convertir un guión más bien sencillo y previsible, en un entretenimiento puro y duro, en una obra dignísima.

Edward G. Robinson es la gran estrella de la función, aquí en su doble caracterización de por un lado el arquetipo de personaje de gangster que le lanzó a la fama, en este caso el implacable Manion, de mirada desafiante e intimidatoria; y por el otro como el humilde Arthur Ferguson Jones, el discreto y servicial oficinista y la clase de tipo que da las gracias por todo. Como casi siempre en su extensa filmografía vuelve a darnos una estupenda lección de interpretación, le basta con unos breves cambios de registro y matices, con las modulaciones y tono de voz, para que nos creamos y admiremos su paso de uno a otro personaje. A Jean Arthur le toca el papel de chica de la película, la compañera de trabajo de la que está secretamente enamorado el protagonista, ella representa todo lo que éste no es: decidida, jovial, amante de la aventura y lo nuevo, desafiante y rebelde… Divertidísimas sus breves escenas en la comisaría de la policía siendo interrogada y “confesando” las fechorías cometidas por su amigo respondiendo simplemente una y otra vez su nombre, “Marion” (el buscadísimo gangster), en cada pregunta. Y claro, como en toda buena película del Hollywood clásico no podían faltar personajes secundarios con jugo, aquí destaca el veterano Donald Meek encarnando al disciplinado jefe de Arhtur, un tipo riguroso pero también con su corazoncito; de lo más memorable, los momentos en los que va visitando a Arthur por distintos lugares, incluso en la cárcel, insistiéndole en su deber de terminar los libros de contabilidad de un tal McIntire.

Basada en un relato de William R. Burnett ("El último refugio", "Cielo amarillo", "La jungla del asfalto"...), “Pasaporte a la fama” constituye una pequeña joya del género, una comedia amable y altamente entretenida.
Juan Marey
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