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Voto de Juan Marey:
9
Aventuras Japón feudal, siglo XVI. Matashichi (Kamatari Fujiwara) y Tahei (Minoru Chiaki) son dos soldados huidos del conflicto bélico, que buscan el enriquecimiento. Cuando encuentran oro, se dan cuenta de que son vigilados por un silencioso y misterioso hombre, que finalmente resulta ser el célebre general Rokurota Makabe (Toshiro Mifune), quien utilizará a los dos soldados, ignorantes de la identidad de sus acompañantes, para transportar una ... [+]
4 de septiembre de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nos encontramos ante uno de los films más accesibles de la fascinante filmografía del maestro Kurosawa, amén de constituir uno de los grandes clásicos del cine de aventuras de todos los tiempos. Una película hábil mezcla de acción, humor y aventura, y que inspiró a George Lucas para su saga “Star Wars”. Si realizamos una mirada comparativa, podemos encontrar diversos referentes trasladados a la guerra de las galaxias: La presencia de un dúo cómico con un peculiar sentido de la amistad: los campesinos Tahei y Matashichi dejaron sus ecos a R2D2 y C3PO; el conflicto principal: la princesa rebelde que tiene que ser salvada para instaurar su dinastía; el general a su servicio en una, el mercenario a su servicio en la otra; la tensión sexual no resuelta entre princesa y general/princesa y mercenario… Pero “La fortaleza escondida” es mucho más rica y apasionante, además de una película divertida y muy entretenida, Kurosawa empapa al espectador de cine de cultura japonesa pero a la vez vemos puentes y diálogos con el cine americano y el género de aventuras, y la mezcla es apasionante.

Fue el primer film que Kurosawa rodó en el nuevo formato en CinemaScope (llamado TohoScope en el seno de la productora en la cual estaba bajo contrato), y en el cual rodaría durante la siguiente década, el director descubrió que su sentido del espacio se encontraba especialmente cómodo dentro ese alargadísimo encuadre. La impronta visual del film revela ese extraordinario talento que tuvo Kurosawa para hacer que el paisaje cobre una fuerza especial, alucinatoria, convirtiéndolo en un integrante más del drama que transcurre en su seno, sólo que, al contrario que su portentosa obra maestra previa, “Trono de sangre” (1957) —traslación de Macbeth al mundo especialmente violento y terrible del medievo japonés—, aquí esa naturaleza, agreste unas veces, exuberante otras, no es enemiga declarada de esos seres que la recorren, sino que las más de las veces es su aliada.

La película oscila entre el humor y la aventura sin nunca bajar el ritmo de acción, siempre ocurre algo. Y también es un canto a vivir la vida, a disfrutar del instante… Y todo ello acompañado de unos intérpretes carismáticos, y un buen uso del lenguaje cinematográfico. Al lado del gran Toshiro Mifune (espléndido como siempre), el resto del peso interpretativo recaía en un nuevo descubrimiento Misa Uehara, que estaría electrizante como la princesa Yuki, y sobre todo, en dos estupendos secundarios habituales del cine de Kurosawa por entonces, Minoru Chiaki y Kamatari Fujiwara, deliciosamente humanos y egoístas, la película no sería la misma sin ellos.

Apasionante, divertida y profundamente humanista, “La fortaleza escondida” continúa manteniéndose como un monumento al gran cine lúdico, una pequeña maravilla del Séptimo Arte de uno de los cineastas que glorifican su historia.
Juan Marey
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