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Voto de Juan Marey:
8
Cine negro. Intriga Frank Bigelow irrumpe en una jefatura de policía para denunciar que ha sido víctima de un asesinato: por motivos que desconoce, alguien le ha dado a beber un veneno que lo matará en breve. (FILMAFFINITY)
26 de enero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rudolph Maté, nacido en 1898 en Cracovia (ciudad del imperio Austro-Húngaro por aquel entonces), se convirtió en un camarógrafo de referencia después de colaborar con el director danés Carl Theodor Dreyer en dos obras maestras de la talla de “La pasión de Juana de Arco” (1928) y “Vampyr” (1932); a mediados de la década de los años treinta cruzó el charco e inició una prolífica etapa en Hollywood, siendo nominado al Oscar a la mejor fotografía cinco veces consecutivas entre 1940 y 1944. En 1947 decidió dar un giro a su carrera y comenzó a dirigir sus propias películas, su ópera prima fue la comedia romántica “Tienes que ser tú” (1947), interpretada por Ginger Rogers y Cornel Wilde, pero la piedra angular de su filmografía como director es sin duda “Con las horas contadas” (D.O.A.). Russell Rouse y Clarence Green fueron los encargados de escribir la historia y adaptarla a la gran pantalla, su trabajo es el pilar sobre el que se asienta la película, con un argumento enrevesado narrado por el protagonista en un prolongado y trepidante flashback a lo largo del cual se va desentrañando una oscura trama por la que van desfilando toda una suerte de personajes rastreros y sin escrúpulos. A destacar también la brillantísima fotografía en blanco y negro de Ernest Laszlo, utilizada por el director para imprimir en la obra su particular estilo visual, con travellings sutiles, acciones continuas en un mismo plano y atmósferas urbanas que amplifican el estado de hostigamiento del protagonista transmitiéndolo de forma magistral al espectador.

D.O.A. (“Death On Arrival”, que podríamos traducir como “muerto al llegar”) es conocida fundamentalmente por su curiosa premisa, que el protagonista investiga su propia muerte, pero más allá de eso es otro fantástico ejemplo de ese maravilloso cine negro que se hacía por aquella época en Hollywood, una película con un ritmo imparable y, como ya hemos comentado antes, con un argumento bastante enrevesado, pero da un poco lo mismo porque fílmicamente es todo frenesí y no te deja tiempo ni para pensar. Son fantásticos sus planos callejeros, quemados por el sol de California, también circula por allí un tipo que hace de matón de metro y medio que no tiene pinta de haber superado muchos castings y que cuando se aburre mira a cámara con un ojo solo, porque es bizco, pero una vez que te fijas en él ya no puedes dejar de vigilarlo, y claro, después tenemos al Señor Frank Bigelow que nos cuenta cómo ha vivido su última pesadilla, saber que va a morir dentro de unas horas, pero sin saber el por qué, el papel de Frank lo interpreta magistralmente Edmond O'Brien que, por fin, deja de ser el actor de reparto de tantas películas –aunque con la recompensa del Oscar– y lleva todo el peso de la película con el abanico completo de las emociones que la situación exige.

Una de las mejores muestras de “film noir” de su época, lo cual es mucho decir, una fantástica película con un perfecto equilibrio entre acción, violencia, drama, romance y un suspense electrizante, todo ello aderezado con unas finas gotas de humor negro.
Juan Marey
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