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Voto de Juan Marey:
9
Drama En el Japón del siglo XVII, Oharu, hija de un samurai, es expulsada de la corte de Kioto y condenada al exilio por enamorarse de un criado. Tras la ejecución de su amante, Oharu es obligada por su padre a convertirse en la concubina de un gran señor, al que su esposa no ha podido dar un heredero. para mayor desdicha, después de dar a luz la arrebatan a su hijo y es expulsada de la casa. (FILMAFFINITY)
5 de abril de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los grandes genios del cine, el maestro Mizoguchi, hizo su entrada triunfal en el mercado occidental gracias a este portentoso melodrama fatalista, inspirado en la clásica obra literaria de Saikaku Ihara “La vida de una libertina” y que constituye el origen de la sucesión de obras maestras que finiquitaron su dilatada filmografía, y, que, hoy en día, perduran como una de las grandes cúspides creativas de la cinematografía japonesa. Ambientada en los inicios del período Edo o Tokugawa, la película le permitió ganar el León de Plata en el Festival de Venecia.

La película es un canto a la tolerancia, al amor y a la dignidad, porque su protagonista, Oharu, que es puro amor, pura inocencia, lo pierde todo por amar. Su visión inocente de la vida se enfrenta a una sociedad clasista, basada aparentemente en la religión, la tradición y la ley, pero absolutamente hipócrita, pues no hay otra cosa más que el dinero detrás de todo, y las inamovibles leyes morales dejan de serlo cuando el oro se cruza ante ellas. El viaje de Oharu es un viacrucis descendente que atraviesa toda la sociedad japonesa del siglo diecisiete: hija de samurai, concubina, cortesana, sirvienta, artesana, novicia, fugitiva, mendiga, prostituta callejera y, finalmente, penitente sin haber pecado. La sociedad la maltrata por ser un elemento ajeno a ella, por basar su existencia en amar en lugar de en tener y ambicionar. Y así, también le es arrebatado sucesivamente el amor de su amante, de la sociedad, de sus padres, de su hijo, de su marido y de las instituciones religiosas. Y a excepción de su madre (que hace lo que puede, sometida a la voluntad del esposo), ese amor que está dispuesta a dar, solamente lo recibe de criados, prostitutas y desgraciados.

Película dura y sin concesiones, un verdadero ensayo sobre la situación social de las mujeres japonesas de ayer y hoy, una cruda reflexión sobre la misoginia y las dinámicas sociales guiadas por ella. Una verdadera delicia para el espectador gustoso de ver buen cine de época, uno de esos filmes que exigen la colaboración consciente del espectador para mostrarnos todo su esplendor, y eso la hace imprescindible.
Juan Marey
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