Venir con la insignia de ser la película alemana del año, aquella que ha acaparado más premios que ninguna otra a lo largo de los últimos meses es una responsabilidad muy grande. Tan grande, que es normal que la exigiera algo que quizás ‘Toni Erdmann’ no estaba dispuesto a darme.

Escrita y dirigida por Maren Ade, a este drama disfrazado de comedia excéntrica le sobra metraje por todos los lados. Soy de esas personas que es capaz de disfrutar de tres horas de cine sin ningún problema, pero a ratos esta película se volvía un poco insustancial. Toda la historia se podría haber contado con una hora menos de cinta. Quiere ser demasiado minuciosa a la hora de contar la vida diaria de la protagonista (fantástica Sandra Hüller) acompañada de su estrafalario padre.

Da la sensación de que su director se divierte confundiendo a sus personajes y hacerles no avanzar. Cuando llega el momento del disfraz, el efecto puede no resultar tan bueno como lo es en realidad. El espectador impaciente puede estar pegando cabezazos contra la butaca ya dormido.

Pero en el fondo ‘Toni Erdmann’ tiene armas, como algunas escenas inolvidables en las que el humor inunda la sala. Y es ese humor la clave de toda la cinta. En el fondo, el padre quiere lograr que su hija encuentre ese humor que de sentido a su vida.

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