Te pueden gustar más o menos sus giros de guión, pero dudo mucho que el espectador dispuesto a ver ‘Noche de Bodas’ salga defraudado. Lo que Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin han creado a partir del guión de Guy Busick y Ryan Murphy es, sin duda, un divertimento que encantará a los más fans del género de terror. Una especie de “vamos a jugar al escondite versión extremo” que pasa en un suspiro.

Es la boda de la pobre Samara Weaving y la pobre se entera, esa misma noche, de una cruel tradición familiar que la pondrá entre la espada y la pared. Weaving, que en esta película es algo así como un auténtico torbellino que sostiene el film cuando parece que se va a caer, despliega todas sus armas para que la fiesta siga durante sus noventa minutos. Como decía, pueden gustarte sus giros, puede parecerte una bobada en algunos momentos, pero es tan sumamente entretenida y esta chica lo hace tan bien que es imposible no decir que ha merecido la pena la entrada.

Juega también con el espacio que le da la enorme mansión en la que se ubica, que parece sacada de una película de Agatha Christie, con su salón de juegos, su pasillo escondido y sus múltiples habitaciones. Es una pena que el guión no profundice más en algún personaje que pasa por ahí de puntillas, más allá de la madre, la cuñada torpe o el cuñado imbécil.

Es decir, he disfrutado lo suficiente de esta ‘Noche de Bodas’. Una especie de ‘Novia a la fuga’ ensangrentada hasta las cejas que merece la pena por su actriz principal y la puesta en escena. Quiere ser un divertimento, nada más. ¿La han capado sus posibilidades? Puede ser, pero me lo he pasado teta oiga.

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