Esta es de esas películas que, nada más terminar, sabes que va a traer cola y más viviendo la época que nos toca. También os digo que, antes de montar en cólera en un acalorado debate para defenderla o defenestrarla creo que, para ser completamente justos con ella, es necesario dejarla reposar y valorar el resultado final conforme van pasando los días. Así, he decidido mojarme, entrando al trapo para declinar la balanza en favor de los que han quedado conformes con ella. Tiene algún “peros”, que luego comentaré, pero apuntadme en el bando de los que la van a defender porque los puntos fuertes son tan sobresalientes que me termina conquistando.

Hay que partir de la base de que es una adaptación de una novela de ficción, no un retrato de la vida de Marilyn y, por lo que parece, su director se ha tomado también unas cuantas licencias en la adaptación para construir un relato barroco, casi “lynchiano”, más cercano a lo que podría ser una pesadilla a lo ‘Mulholland drive’.

La película se centra en “narrar” pasajes de la vida de la dualidad Norma Jean / Marilyn Monroe, con la inventiva del escritor Joyce Carol Oates y que su director, Andrew Dominik, intenta plasmar en pantalla. La conocemos ya desde pequeña hasta el final, creando un relato que va sumiendo al espectador en una profunda tristeza.

He leído, y me ha gustado, que el director quería crear una “fantasía de salvación” alrededor de Norma mediante la creación de Marilyn y es la lectura que encuentro en el filme. Ya desde su niñez, con ese padre ausente/desconocido al que aferrarse o esa difícil madre que la traumatiza desde bien pequeña, la película va haciendo que se me encoja poco a poco el corazón.

La composición frágil que da Ana de Armas al personaje, en una sensacional actuación meritoria al menos de nominación, es el gran plato fuerte de la película. Su mirada profunda, ilusa al principio, es lo que llega al corazón del espectador. Una mujer en busca de la felicidad, teniendo incluso un aborto y obligada a crear y mantener la “bipolaridad” Marilyn/Norma.

También os digo que no es una película perfecta y que, por momentos, Dominik da la impresión de que está encantado de conocerse. Juega con el blanco y negro, la luz, el color… utiliza todos los recursos que están en su mano, hasta el de simular haber colocado una cámara en su vagina. No se anda con chiquitas y, como en sus anteriores filmes, crea la película que él desearía ver, sin pensar en ningún tipo de espectador. Esto hace que el ritmo, a veces, se entorpezca en la narración, por su desmesurado metraje, con algunos momentos que se podrían omitir y que, realmente, lo único que hacen es recalcar el mensaje.

Esto hace que ciertos pasajes o escenas puedan ser explícitas, sensibles o, demasiado rebuscadas. Si entras al juego, ‘Blonde’ te gustará, aunque seguro que con reticencias.

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