Habría que repasar más a menudo la carrera de Clint Eastwood, en especial la que ha llevado como director, porque a lo largo de tantísimos años nos ha dejado algunas joyas cinematográficas para el recuerdo. Un tipo que no ha descansado lo más mínimo y que, si bien es cierto en su última etapa se ha obcecado demasiado con los héroes americanos, gusta más cuando cuenta una historia original.

Siempre he pensado que ‘Un Mundo Perfecto’ es el equivalente a ‘Mystic River’ (obra maestra indiscutible del maestro). Una road movie, en apariencia pequeña, que sucedía a su mayor éxito (‘Sin Perdón’) y en la que todos los elementos de la trama van encajando en un mundo imperfecto repleto de personajes inolvidables. Un pobre chico, demasiado pequeño como para entender qué es eso de ser testigo de Jehová y que solo quiere celebrar Halloween. Dos presos fugados, un psicópata de libro y otro creado por el sistema. Un jefe de policía con una úlcera que debe lidiar con el Gobernador y su ayudante.

No es una obra redonda, para nada. Pero Eastwood la rueda con tantísimo oficio, con tanta elegancia y maestría que sus fallos no se ven demasiado y, en algunos casos, hasta se perdonan. Se nota en algunos momentos que el presupuesto está muy ajustado. Pero me llega tanto, tantísimo, la relación y química en pantalla del chico y el ladrón (un Kevin Costner al que le perdono todo, ‘Waterworld’ inclusive, y al que deberíamos recuperar COMO SEA), me emociona tanto, me llena tanto, que me da igual todo lo demás.

Parece que ha quedado en el olvido, pero que no os deje ninguna duda: ‘Un mundo perfecto’ es una película maravillosa.

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