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España España · Valencia
Voto de Aarlun:
2
Drama. Romance "Había una vez un joven príncipe cuyo padre, el rey de Oriente, lo envia a Egipto para encontrar una perla. Pero cuando llega, el pueblo le sirve una taza. Al beberla, se olvida de que era el hijo de un rey, se olvida de la perla y cae en un profundo sueño." El padre de Rick (Christian Bale) solía leerle esta historia cuando era un niño. En la actualidad, siendo Rick ya adulto, el camino hacia Oriente se extiende ante él. (FILMAFFINITY)
22 de diciembre de 2020
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terrence Malick, —ese fenómeno cinematográfico obsesionado por la divinidad, anti comercial y sin embargo capaz de conseguir productores para hacer cualquier cosa incomprensible— vuelve a hacer lo que le da la gana con Knight of Cups, que vendría a ser nombre de una carta del Tarot, Sota de Copas, otro ejercicio de gran ambición conceptual que vuelve a nadar en las mismas aguas soporíferas que To the Wonder: las de la redención del amor para encontrar la luz, —la luz que entiende Malick, millonario que retrata constantemente a millonarios infelices y angustiados por el qué les esperará en el Más Allá divino— esta vez contado entre las despiadadas calles de Los Ángeles, lugares de enorme y aberrante lujo y piscinas impolutas de los protagonistas.

El resultado es una extensión más de su estilo, sin prácticamente ningún añadido nuevo, sin brío ni chispa más que la inerte necesidad de su cineasta de transmitir, como sea, el mismo aburridísimo mensaje una y otra vez, de maneras cada vez menos sutiles y todas ellas derivadas de una misma obra propia: El árbol de la vida, cuyas cansinas preguntas en off repite desde entonces una y otra vez.

Porque, más allá de las ligeras diferencias geográficas y de caracteres, la esencia es idéntica, con un personaje masculino de personalidad introvertida sufriendo por no encontrar algo real en su vida, algo que le llene con emoción pura, buscando incesante entre las mujeres de Hollywood, todas muy diferentes y todas grandes actrices que deambulan también angustiadas por los espacios, los pasillos y las habitaciones en esa composición de planos tan característica que parece querer captar el momento inexpresable, el sentimiento que se extiende de un pecho a otro, y que sólo se ve en el transitar de personas o en su mirada huidiza.

Esa eterna captación del instante único acaba ahogando en la nadería el mundo de Malick. Hay una estructura, pero es casi anecdótica y puramente teórica. Una excusa para la profundidad del discurso, a través de unas cartas de tarot que marcan cada capítulo con nombres como “Libertad”, “Muerte” o “La Torre” en las que cada una de las mujeres que han pasado por su vida expresan sus sentimientos en sentencias cortas y abstractas, a veces tirando de metáforas muy obvias y demasiado expuestas, muy abiertas al ridículo más alarmante. Incluso para el creyente en Malick, entre los que ya no me incluyo, Knight of Cups puede atragantarse por su excesivo ensimismamiento.

El director sigue tan empeñado en transmitir la misma idea que tampoco se molesta por cambiar sus formas convirtiéndose, definitivamente, en un gurú de un discurso beato y supuestamente trascendente del que ya es maestro.
Aarlun
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