Al igual que lo que sucedió con el dogor Diego Armando Maladroga en Sudáfrica 2010, en el cine también una dirección poco inspirada puede brindar un resultado mediocre, a pesar de contar con un equipo plagado de superestrellas. Y es que el elenco de “Asesinato en el Expreso de Oriente” es uno que muchos cineastas soñarían: Sean “007” Connery, Anthony “Norman Bates” Perkins, Michael “Cabaret” York, y la frutullita del postre con un par de leyendas de la época dorada romántica de Hollywood que se trincaron a Humphrey Bogart, una en la ficción y otra en la vida real: Ingrid Bergman y Lauren Bacall, ambas aquí ya grandecitas.

La sueca recibió un Oscar a mejor actriz por este film, e imagino que debe haber sido uno de los clásicos “compensatorios”, esos que se dan más a la figura y a la historia que al desempeño en sí, porque sinceramente, la actriz de Casablanca poco tiene para hacer en esta cinta con el acotado papel que le toca.

Desafortunadamente, la estructura y la historia no da espacio a mucho desarrollo de personajes, ya que cada personaje/sospechoso es presentado, interrogado por Poirot y dejado de lado para pasar al siguiente, donde el proceso se repite hasta desembocar en el clásico final de “el detective reúne a todos los sospechosos para contarles su resolución del misterio”, tan recurrente en las novelas de Agatha Christie.

Sydney Lumet hizo grandes películas, pero aquí nos quedamos con las ganas de ver mejor cine, que necesita más que solamente juntar grandes actores y dejarlos dentro de un tren varado en la nieve. Para otra película sobre Poirot con igual elencazo, pero con un resultado mucho mejor, recomiendo “Muerte en el Nilo” (Death on the Nile, 1978) de John Guillermin.

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