Bajo el durísimo relato de supervivencia que muestra esta película se esconde una historia que trata fundamentalmente de la amistad llevada hasta sus últimas consecuencias. Es también el retrato desgarrado y auténtico de la odisea por la conquista de las libertades individuales en un régimen autoritario y decadente como el de Ceaucescu.

El director Cristian Mungiu ha logrado crear una pequeña joya del cine europeo apelando a la sensatez y a la amplitud de miras en un tema tan controvertido y difícil como es el aborto. Y si lo ha conseguido es gracias a una serie de elementos y circunstancias mezclados con maestría, a saber:

- Ausencia total de interés por el dramatismo.
- Lógica interna sin concesiones.
- Manejo perfecto del fuera de campo y de la elipsis temporal.
- Excelente uso de los silencios y de la expresividad de las miradas.
- Un guión consecuente y sólido.
- Inmejorable crítica subyacente e indirecta al contexto social de Rumanía.
- Notable capacidad de aislar personajes en la circunstancia de la escena.

A todo ello hay que añadir unas interpretaciones magníficas, en especial la del actor Vlad Ivanov que logra crear uno de los personajes más perversos que ha dado el cine en los últimos años.

No hay que valorar a "4 meses, 3 semanas y 2 días" desde la perspectiva sombría de la tragedia que narra sino más bien desde una óptica de libertad creativa libre de prejuicios y sin ningún tipo de concesión. La película interpela al espectador y le invita a unirse a las vivencias de sus protagnistas y buena prueba de ello es la inquietante mirada final a cámara de la protagonista de esta historia de amistad sin condiciones.