Vamos a ver. Algunos tíos deciden hacer una película con un tema tan delicado como el SIDA y las minorias pensando en llamar la atención del público o apelando a cierto tipo de sensibilidad a la cual no me suscribo. Parece que Robin Campillo estaba tramando cosechar premios en lugar de hacer una película que nos despertara la sensibilidad y la empatía por sus protagonistas.
YA estoy cansado de esos dramas que entienden griterío y actitud de badass por "drama", un poco como lo hace el más reciente Xavier Dolán. Todo tiene un límite para el expectador y para mí, directores como el señor Campillo deberían pensar más en el cine como cine que como un reportaje aburrido e interminable de más de dos horas.
Mejor hubieran hecho un documental, les hubiera salido un producto mucho más honesto y contundente. ¿Por qué no hacer algo sobre el problema del SIDA ahora en Francia desde alguna perspectiva más novedosa?
Pueden molestarse conmigo todos los que quieran pero Theo y Hugo, París 5:59 (2016) me pareció superior y más entregado que este producto "ansioso de reconocimientos".