Siete de diez. Un entretenimiento que se puede disfrutar. Eso es la historia cinematográfica que nos ofrece Clint Eastwood en su más reciente trabajo como director.
Lo más logrado del filme es el haber uilizado el recurso del diálogo con la cámara, técnica proveniente del musical de Broadway. Además de no limitar la película a que fuera una musical en su totalidad. Aunque, obviamente, la música mantiene su presencia constante y fuerte a lo largo de la película. Pero la historia, hábilmente guiada por la mano y estilo de Eastwood, es un canto a la amistad, a "la familia". Los momentos de humor y el "coqueteo" con la mafia, añaden elementos agradables al filme.
Las actuaciones, en general, muy buenas. Incluído Míster Christopher Walken, que no importa el papel y el tiempo de presencia frente a las cámaras, siempre llena de magnetismo la pantalla.
Para concluir: no la mejor de las pelis de Clint, pero tampoco la peor. Pero sí, indudablemente, una historia agradable, que llevada de su mano logra su cometido de entretener. Hasta podemos perdonarle el exceso de la escena "musical" final, pues pareciera como un regalo adicional que se hizo el director a si mismo. No hay duda, Eastwood se disfrutó su película.