Justo acabo de terminar la serie, las siete temporadas, y no sé por dónde empezar. Hay tanto que decir que realmente no basta con una simple opinión en Filmaffinity; Skins es una serie que HAY QUE VER.

Comenzó siendo un boceto en mente de Jamie Brittain, que pasó a las manos de su padre Bryan Elsley, guionista de televisión por aquel entonces. Como proyecto de padre e hijo, desde el principio ya era algo único. En 2007 estrenaron la primera temporada y ahí comenzó todo.

La idea original era plasmar una imagen veraz de la realidad adolescente desde un punto extremo que pudiese reflejar la problemática de la gran mayoría de los jóvenes modernos. Para poder abordar con amplitud esta serie de problemas de una forma verosímil, Skins se divide en tres generaciones con personajes totalmente distintos, de manera que cada generación cuenta con dos temporadas en la serie. Así, la serie se centra en los dos últimos años de instituto, época en la que cada personaje debe sufrir todo tipo de complicaciones familiares, crisis de identidad, adicciones, trastornos psicológicos y comprometidas decisiones que, irrevocablemente, los acercan a la vida adulta.

El punto fuerte de Skins es, sin duda, que no deja ningún tema sin cubrir. Al contar con distintos personajes se puede permitir lidiar con todos los dilemas adolescentes: problemas familiares, crisis amorosas, anorexia, embarazo precoz, depresión, búsqueda de identidad, orientación sexual, inseguridades, la imagen social…
Además, siendo una serie tan inclusiva como es, ignora los tabúes para normalizar una realidad tan verdadera como es la adolescencia. Por tanto, es una serie que realmente merece la pena.

Asimismo esta producción cuenta con un elenco juvenil que, al contrario de lo que ocurre en las series americanas, aporta más realismo a la escena. Entre el reparto, cabe destacar la actuación de Kaya Scodelario, con un papel crucial y recurrente en la serie que nos ha dado escenas desgarradoras con una representación insuperable.
Después de ver esta serie es inevitable recordar con cariño a personajes tan icónicos como Chris, Cassie, Cook, Effy, Naomi, Franky o Mini. Y aunque resulte doloroso tener que despedirse de los personajes tan pronto, otro punto a favor de esta innovación es que, para el espectador, es imposible no sentirse identificado con alguno de los protagonistas. De esta forma Skins abarca un público inmenso. Casi que me atrevería a decir que se trata de una serie que le gustaría a cualquiera.

Por otro lado, el trabajo de los creadores es extraordinario. Cada movimiento es de una precisión incalculable; nos dejan escenas de cierre de temporada arrolladoras, mostrando predilección por los finales a lo “cliffhanger”. Incluso los vídeos comerciales son obras de arte.

Finalmente, debo decir que la última temporada de Skins deja un sabor de boca amargo. Un sabor real, sin embargo, ya que esta temporada es un extracto de la vida de algunos de los protagonistas años más tarde. Esta es, definitivamente, una forma de afrontar que el tiempo pasa y que tu adolescencia, por muy buena o mala que sea, también tiene fin.

En las series de este género constantemente vemos cómo los personajes siempre están de fiesta, emborrachándose, con sus amigos, con su pareja o simplemente pasando de la vida refugiados en la conformidad de las redes sociales; y esto nos hace pensar erróneamente que la adolescencia es sólo eso. Pero Skins llegó para desmentir este mito y tratar los problemas de la adolescencia con la seriedad y madurez que se merece.
Como tal, y ya para terminar, no puedo hacer más que recomendaros esta serie; y lo haría incansablemente si después de haber leído esto no estáis convencidos.

Skins es el punto de partida de todas las series que la suceden.