En muchos sentidos, Away es una película de animación atípica. Lo es por su narración sin diálogos, también por su estructura en forma de capítulos y por reunir en algo más de una hora toda la iconografía del diseñador de videojuegos Fumito Ueda (un niño como protagonista, presencia de las sombras, importancia de la naturaleza...). Pero ante todo porque demuestra el talento de su artífice, Gints Zilbalodis, un joven de 23 años que ha dado vida él solo a un proyecto que supone la culminación de un trabajo mastodóntico. La gran fortaleza de la cinta es el lirismo mágico que respira con escenas realmente magnéticas y evocadoras, pese a que su mensaje se diluye en en medio de su apabullante despliegue artístico cargado de metáforas y simbolismos.

Mis sensaciones al acabar la cinta son más que positivas. Se agradece que Away rehúya de transitar por lugares comunes en el cine de animación, pues demuestra que detrás hay talento y una sensibilidad más que necesaria.