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Voto de Pedro Triguero_Lizana:
10
Western Tras haber participado en la Guerra de Secesión (1861-1865) en el bando nordista, un indio vuelve con su tribu y se encuentra un panorama desolador: su pueblo vive en la miseria y está a punto de perder sus tierras. Así, pues, tendrá que seguir luchando, en este caso contra las injusticias a las que su pueblo se ve sometido. (FILMAFFINITY)
19 de junio de 2015
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
He vuelto a ver esta película del Oeste y me sigue gustando tanto como en el pasado. Además, creo que este largometraje supuso en su tiempo un enfoque sumamente renovador del género, al igual que "Caravana de mujeres" (Westward the Women, 1951), de William Wellman. Ambos títulos están protagonizados por Robert Taylor, es curioso. Hay una riqueza tal en los temas, situaciones, conflictos y reflexiones que suscita "La puerta del diablo" -de lo cual es responsable el magnífico guión de Guy Trosper-, que iré por partes:

-el tema del racismo y la discriminación del indio, que es, por así decirlo, el punto fuerte del relato, ofrece tantos matices que se extiende hasta una aguda reflexión sobre la marginación en general. Que el guión pinte a Lance Poole (Robert Taylor), un indio shoshone (y no navajo, como he leído en un folleto que acompañaba a una reciente edición en DVD, supuestamente cuidadísima, de este film) de Wyoming, como a un héroe de la Guerra de Secesión estadounidense, en la que ganó la Medalla de Honor del Congreso, hace aún más hiriente, injusto, contradictorio y dramático el hecho de que, como el resto de los amerindios, es objeto de una discriminación y un desprecio feroces por parte de la sociedad blanca. Lance Poole es un héroe, y, sin embargo, ni siquiera es ciudadano de los Estados Unidos (hasta 1924 los amerindios estadounidenses no obtendrían la ciudadanía), y por tanto no tiene forma de demostrar sus derechos legales sobre sus propias tierras, lo que hace aún más hiriente la marginación, teniendo en cuenta que Poole es un indio que, saltándose todos los tópicos, es rico, un capitalista ganadero. A su vez, Poole desprecia inicialmente a Orrie Masters (Paula Raymond) porque es una mujer, una mujer que, también saltándose las convenciones de su época, es abogada.

Tanto el personaje de Taylor como el de Raymond están llenos de razones, de buenas razones, pero, sin embargo, son dos personajes situados socialmente en una posición débil, inestable, en la que es difícil defender sus posiciones, sus legítimos intereses. Eso les iguala, y de ahí nace una posibilidad de historia de amor que el guión deja sólo como un apunte, como una promesa, una promesa rota por la fatalidad. En todo caso, la película es un emocionante alegato en contra de cualquier discriminación por razón de raza o sexo, o cualquier otra circunstancia.

-El capitalismo: Poole, como ya he dicho, es un terrateniente ganadero, que, lógicamente, trata de acrecentar su emporio. La película ofrece un sorprendente contraste entre un indio rico (Taylor) y un montón de blancos pobres que llegan a Wyoming con sus ovejas en busca de oportunidades. En otras películas del western de Hollywood aparecen conflictos similares entre los vaqueros, que suelen ser los ricos, los poderosos, y los ovejeros, que suelen ser los pobres, los despreciados. En este caso, este conflicto adquiere un matiz muy original, en el que se añaden los prejuicios racistas.

-Las concomitancias con la época de la película: el heroísmo del protagonista queda acrecentado por las relaciones que el guión establece entre el mundo contemporáneo de la inmediata posguerra y el mundo posterior a la Guerra de Secesión. La amargura de Poole es la amargura del veterano que ha luchado con honor por su país y ve que el honor y las medallas del pasado no sirven para nada en un mundo cambiante. Presentarse en su rendición ante el ejército con su uniforme y su medalla es una manera de afirmarse en su papel de héroe trágico, y no deja de ser sorprendente que la caballería, en este caso, llegue para "defender" a unos indios sitiados por los blancos malos. Para el público de 1950, en las imágenes del film seguramente había una reflexión melancólica sobre el cambio de los tiempos, sobre la necesidad de no olvidar los sacrificios de los soldados.

-La relación paterno-filial, o materno-filial, tan importante en el cine estadounidense, y el de los años 50 es un ejemplo de ello, nos presenta aquí a un padre y a un hijo, y a una madre y a una hija. Me refiero al padre indio de Poole, interpretado por Fritz Leiber, y a la madre blanca de Masters, interpretada por Spring Byington. El hijo respeta y ama a su padre, y Orrie Masters no sólo se lleva bien con su madre sino que además es abogada como su padre muerto, por lo que tanto Poole como Masters son personajes bien encaminados, aunque...(sigo abajo)

-Un poderoso estilo visual: aliado con John Alton, el director de fotografía, y con el que ya había trabajado con anterioridad, Anthony Mann impone en la película un cuidado y poderoso estilo visual, con una iluminación claroscurista y contrastada en los escenarios interiores que da a algunas escenas una intensidad visual estremecedora, claramente deudora del cine negro de la época, un género que Mann ya había explorado. Este expresionismo visual de la fotografía en blanco y negro acentúa el drama de la historia y las interpretaciones del reparto, en el que destaca Robert Taylor, en uno de los papeles clave de su carrera -dando a su personaje una notable profundidad psicológica-, así como también Paula Raymond, Louis Calhern en un papel repugnante que borda, y el gran secundario Edgar Buchanan, dotado de una voz inconfundible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro Triguero_Lizana
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