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Voto de Pedro Triguero_Lizana:
8
Drama. Intriga. Romance En un barroco hotel, un extraño, X, intenta persuadir a una mujer casada, A, de que abandone a su marido, M, y se fugue con él. Se basa en una promesa que ella le hizo cuando se conocieron el año anterior, en Marienbad, pero la mujer parece no recordar aquel encuentro. (FILMAFFINITY)
3 de junio de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El año pasado en Marienbad" es un título clave en la historia del cine en tanto que es un caso casi extremo acerca de las posibilidades de expandir, o más bien bifurcar, la narración cinematográfica en múltiples caminos, o posibilidades, o vías, hasta el punto de que es una historia que se puede interpretar de maneras muy distintas, a partir de la trama de infidelidad conyugal que se establece entre los personajes de Giorgio Albertazzi y Delphine Seyrig en un hotel señorial rodeado de jardines de estilo geométrico. La película es una obra clave en la configuración de la modernidad cinematográfica que establecen, a fines de los años 50 y a principios de los años 60 del siglo XX, los llamados "nuevos cines", en especial, en lo que atañe a este caso concreto, la famosa "Nouvelle Vague" francesa. El León de Oro del Festival de Venecia de 1961 dio a esta obra tan arriesgada el espaldarazo necesario para conseguir su difusión internacional.

En un mundo suntuoso pero frío, desapasionado, poblado de autómatas, de muertos vivientes, que parecen representar ante nosotros una siempre repetida y tediosa representación social, un hombre (Giorgio Albertazzi), tal vez consciente de que vive dentro de una película, pide una y otra vez a una mujer (Delphine Seyrig) que haga memoria, y que recuerde que se conocieron un año atrás. En ese universo petrificado, muerto, lleno de fantasmas, tal vez sólo la memoria, convertida en un delicado fetichismo mental, sea el modo de escapar. Como en su previo cortometraje documental "Toda la memoria del mundo" (Toute la mémoire du monde, 1956), Resnais establece un paisaje mental, en el que los espacios fuertemente ordenados (los de la puesta en escena, tal vez la puesta en escena de nuestra propia consciencia) pueden servir para crear imágenes mentales, para imaginar, para escapar. A través de un montaje acronológico, la memoria, debilitada, o erosionada por el tiempo, como el amor, es capaz, sin embargo, de proporcionar un sentido, el sentido del tiempo convertido en fetiche.
Pedro Triguero_Lizana
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