Es curioso lo mucho que se parecen las vidas de dos mujeres, una blanca (Melissa Leo) y otra amerindia (Misty Upham), que se encuentran y se conocen por pura casualidad: la primera abandonada por un marido ludópata, malviviendo con un mal trabajo en un todo a cien, tratando de sacar adelante a sus dos hijos, y malviviendo en una vivienda prefabricada. La segunda, repudiada por su tribu, por dedicarse al contrabando en la frontera entre los Estados Unidos y Canadá, echando de menos a su bebé, que le quitaron los de su tribu (los mohawk), y malviviendo en una "roulotte". Son mujeres sin hombres, casi sin recursos, casi sin futuro, casi sin esperanzas. La precariedad de la vivienda en la que viven es una metáfora de la precariedad de sus vidas. Se diría que lanzarse a una actividad delictiva es para ambas el paso lógico, no sólo por el afán comprensible de conseguir un dinero fácil, sino también por un sentimiento de desesperación vital y existencial absoluta; se diría que es la serie de fracasos que han llevado a ambas a una situación personal desastrosa lo que les empuja sin remedio al tráfico de inmigrantes. Y, en medio de todo, la familia, los niños: perderlos, encontrarlos, es o puede ser para las protagonistas, algo que cambie sus vidas definitivamente.

Un buen film independiente estadounidense, que funciona tanto como "thriller" con suspense como drama social, aunque permanece muy anclado en ciertas convenciones y lugares comunes ya muy, pero muy trillados en este tipo de cine, desde al menos "Pink Flamingos" (1972), de John Waters: familias disfuncionales, pobreza, la vida en una "roulotte", dificultades económicas, madres abandonadas, naufragios vitales, y la autenticidad y la ausencia de "glamour" presentes en los pueblos y las ciudades pequeñas de los EE.UU.