Es penoso (aunque comprensible), es irritante (aunque soslayable) el tributo omnímodo que se está dando de un tiempo a esta parte, muy especialmente en multitud de mensajes vía correo electrónico y del que filmaffinity al parecer no ha escapado, a todo lo concerniente con épocas pretéritas, casual y paradójicamente con aquellas que coinciden con la infancia de los abogados defensores de las susodichas manifestaciones artísticas tan variopintas. Desde Chanquete a Naranjito, desde Pipi calzaslargas (AKA Pippi Langstrumpf) a Epi y Blas, personajes estos últimos que juzgados con toda la objetividad posible, que evidentemente no puede ser mucha, están a la altura en la grima que producen, reconozcámoslo, al Jar Jar Binks más meloso o a Gollum en plenitud de facultades (Requiescant in Pace). El ejercicio de rememoración se extiende a otros ámbitos, llegándose a proclamar la supremacía de la peonza sobre la playstation o del balón prisionero sobre los juegos on-line por exponer dos ejemplos. La conclusión es simple, cualquier tiempo pasado fue mejor que decía J. Manrique. Reflexionando someramente se desentrama la causa del sentimiento que provoca Barrio Sesamo: no es la serie, no son sus personajes, sino nuestra juventud, nuestra infancia lo que añoramos, lo que echamos en falta a sabiendas de que nunca la recuperaremos. A los niños de hoy les sucederá en el futuro cuando tengan que salir en defensa de Pokemon por encima de las creaciones interactivas en 3-D con que nos sorprenda la Televisión, y a los niños del pasado, hoy padres y abuelos les sucede lo mismo cuando hablan de su infancia instigados por su familia. Es difícil dirimir por tanto si los Fraggle Rock o los Caballeros del zodiaco poseen un valor creativo más allá de lo emotivo o ni siquiera, quizá, sea factible tratar de separar la paja del trigo ya que posiblemente ambas cosas sean la misma, su continente y su contenido. Personalmente no encuentro excesiva satisfacción en el regodeo melancólico con el que muchos disfrutan y ni siquiera creo que sea excesivamente sano ese apego al pasado arremetiendo contra todo lo presente o por venir con proclamas que sólo se mantienen por su encendida sentimentalidad.