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Voto de Juan Pini:
6
6,2
790
Comedia. Drama
Costi es un joven padre de familia que vive en Bucarest. Le gusta leer las aventuras de Robin Hood a su hijo de 6 años por la noche, para que se duerma. Un día, su vecino le comenta que está seguro de que hay un tesoro enterrado en el jardín de sus abuelos. Si Costi le ayuda alquilando un detector de metales y acompañándole, compartirá el tesoro con él. Inicialmente escéptico, y a pesar de todos los obstáculos, Costi se deja llevar por la aventura… (FILMAFFINITY) [+]
25 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un buen día la aventura irrumpe en la rutina de un empleado medio rumano: su vecino le asegura que su abuelo enterró un tesoro en la casa del pueblo y le pide ayuda económica para alquilar el detector que lo ayude a buscarlo. Pero nada tiene que ver esta aventura con las de Robin Hood que el protagonista lee a su hijo —no hay princesas que rescatar ni malvados a los que vencer— ni con las hollywoodienses donde un tipo gris y sin gracia se transforma de pronto en héroe. Esta es una aventura llena de oficinas, leyes, aparatos que emiten ruidos, pruebas y errores y gente torpe, como la vida misma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Incluso el tesoro, una vez hallado, resulta ser unas prosaicas acciones de Mercedes Benz. El director renuncia a cualquier giro que atente contra la cotidianidad, incluso en situaciones que se hubieran prestado a ello: cuando los protagonistas son descubiertos por la policía, cuando les tasan sus acciones, cuando uno de ellos introduce cambios en el reparto del dinero… Situaciones que se resuelven sin contratiempos y fuera de cámara; del mismo modo que deja en evidencia nuestro paladar cinematográfico "made in Hollywood" cuando descubrimos que el dispendio en joyas del protagonista no es para su mujer, ni para la amante que (pese a la incredulidad de su jefe) no tiene, sino para repartirlo entre los amigos de su hijo, al más puro estilo Robin Hood.
Como en otras películas, esa búsqueda denodada de la normalidad es el principal defecto de ésta. Por un lado, la renuncia a que en la historia pase nada extraordinario hace que el minutaje se cargue excesivamente en la búsqueda del tesoro en el jardín, un tanto pesada y repetitiva; por otro, la interpretación de los actores resulta fría: se echa de menos algo de garra en momentos como las discusiones entre el vecino y el dueño del detector o cuando les es revelado el alto valor de las acciones; sin que los frecuentes y muy bien administrados toques de humor basten para sacudirnos esa impresión. Todas las emociones se condensan en la escena final, y corren a cargo de los niños que se abalanzan sobre las joyas, en contraposición a la frialdad que han exhibido los mayores a lo largo del filme.
Se adivina en la película una carga contra las convenciones cinematográficas suministradas por Hollywood, una carga como las que las que periódicamente han surgido en la corta historia del cine —neorrealismo, Nouvelle vague, Dogma 95…—, menos efectista pero igual de efectiva. Como efectivo resulta el "Life Is Life" con que concluye: una versión de Laibach (todo un descubrimiento) que mejora el original, aquella insufrible cancioncilla perpetrada por unos austríacos de cuyo nombre quisiera olvidarme.
Como en otras películas, esa búsqueda denodada de la normalidad es el principal defecto de ésta. Por un lado, la renuncia a que en la historia pase nada extraordinario hace que el minutaje se cargue excesivamente en la búsqueda del tesoro en el jardín, un tanto pesada y repetitiva; por otro, la interpretación de los actores resulta fría: se echa de menos algo de garra en momentos como las discusiones entre el vecino y el dueño del detector o cuando les es revelado el alto valor de las acciones; sin que los frecuentes y muy bien administrados toques de humor basten para sacudirnos esa impresión. Todas las emociones se condensan en la escena final, y corren a cargo de los niños que se abalanzan sobre las joyas, en contraposición a la frialdad que han exhibido los mayores a lo largo del filme.
Se adivina en la película una carga contra las convenciones cinematográficas suministradas por Hollywood, una carga como las que las que periódicamente han surgido en la corta historia del cine —neorrealismo, Nouvelle vague, Dogma 95…—, menos efectista pero igual de efectiva. Como efectivo resulta el "Life Is Life" con que concluye: una versión de Laibach (todo un descubrimiento) que mejora el original, aquella insufrible cancioncilla perpetrada por unos austríacos de cuyo nombre quisiera olvidarme.