Un tio que llega a una pajarería y le dice al pajarero: “Quiero el loro más cojonudo que tengas”. El pajarero le enseña uno con plumas doradas, ojos verdes aceituna y que canta por fandangos. Dos mil euros, dice el pajarero. Quiero otro mejor, dice el tío. Y el pajarero le trae uno con plumas fosforescentes, pico de oro macizo y cantante profesional de ópera. Cinco mil, dice el pajarero. Paso, dice el tío mirando a un loro tuerto, feo como un demonio, esmirriao y con pinta de liarse a picotazos al menor descuido. Debajo del loro, un cartel con un precio: diez mil euros. Coño, dice el tío, ¿y ese por qué vale tanto con lo feo que es? No lo sé, responde el pajarero, pero los demás le llaman jefe.
Malo, ¿eh?
Intentemos extraer la enseñanza de todo esto: si tenemos a dos loros como Clooney y Schwarz… estooo, Arnie, dos loros de categoría en esto del cine, y a uno le ponen con un traje de Batman con pezones incorporados y al otro lo disfrazan de astronauta pejiguera… y si a Uma Thurman, que no es una pájara cualquiera, le dan un personaje grotesco y ella lo acepta… y si el equipo de rodaje (que no parece que sean unos pobreticos ni anden faltos de medios) también se presta a contribuir al asunto…

… Entonces, ¿quién manda en todo esto? ¿El loro? ¿O no será más bien que el pajarero es un ratero y un hijolagranputa?

En fin, sólo digo que Joel Schumacher en su día pidió perdón por haber hecho esta peli.