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Voto de En Resumidas Cuentas:
6
7,8
9.223
Drama
Ante un tribunal, Zain, un niño de 12 años, declara ante el juez. -¿Por qué has demandado a tus propios padres? -Por darme la vida.
3 de febrero de 2020
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película propone un choque emocional, y diré que (siendo yo de lágrima fácil) me ha emocionado en varias escenas, particularmente la última de ellas. No puedo negar que me ha tocado la fibra del corazón. Así que con esta crítica no estoy diciendo que la película no sea buena en ese sentido, que no consiga meterme una bofetada en mi occidental rostro y me emocione hasta la lágrima (pues subyace cierta ternura de "mujer"), pero tenemos que ser realistas porque la cinta está llena de trucos y se ahoga en su propio dramatismo.
Y me explico en "spoliers". (Aunque no "spoileo" demasiado, quizás alguno lo agradezca).
Y me explico en "spoliers". (Aunque no "spoileo" demasiado, quizás alguno lo agradezca).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Se agradece que retrate con una crudeza y realismos apabullantes lo que puede ser la vida de la infancia más marginada dentro del mundo musulmán (inmigrantes sirios viviendo en la sociedad libanesa). Se agradece mucho que haga de los niños los protagonistas del sufrimiento. Se agradece también su forma de rodar, este "fluir interno", y su visión realista a la hora de tratar varios temas (burocracia, injusticias, pobreza, costumbres atávicas...), pero por otro lado no muerde debidamente la raíz del asunto. Se pone "de perfil" (¿por la censura interna a la que la directora pudiera estar sometida rodando en un país semi-islámico o porque no quiere entrar en eso?) sacando la afilada espada de la denuncia social para a continuación "enfundarla" rápidamente, no sea que se note el hedor a lo políticamente correcto.
En su propia "fortaleza" está la mayor de sus "debilidades", pues se pone de relieve cierto masoquismo a la hora de dramatizar hasta la extenuación más extenuante el "sufrimiento" y termina diluido y se hace "largo" y "pesado"... irreal. Ningún niño de 12 años (por mucho que haya sufrido) va a cuidar de un bebé como se refleja en la película, ni tampoco tiene la madurez para decir frases tan grandilocuentes como "quiero denunciar a mis padres por sacarme al mundo". Tampoco la vida de un niño marginado sirio de 12 años que vive en el Líbano le impedirá sonreír varias veces durante el día. La vida no es así de grandilocuente ni de triste... y menos aún en la vida de los niños, que siempre tienen (estén donde estén y sufran lo que sufran) una especie de magia interna que les hace superarlo todo. Es una crítica que hago de este tipo de películas de denuncia social: que retratan las ofuscaciones de los adultos y su visión dramática y deprimente de la vida ante el sufrimiento, y no muestran la realidad intrínseca de la vida, que sabe ofrecer una porción de sufrimiento y alegría en un mismo plato. La directora no muestra luz alguna, se ahoga en su propia oscuridad vital. Y quiere arrastrarme a esa nada. Y me quiere contar su visión del asunto haciendo hablar a un niño con lenguaje y mente de adulto indignado... y no termina de funcionar. Aunque funciona la denuncia en sí misma (por supuesto, consigue ventilar su frustración)... siempre se queda en lo políticamente correcto. Así que, al no enfrentarse al asunto, termina usando la "niñez" torticeramente para sus propios intereses de "adulto". Me resulta particularmente irreal la madurez que pretende imponer a un chico de 12 años para cuidar del bebé (en semejantes condiciones infrahumanas) cuando no puede cuidar ni de sí mismo, y por otro lado me resulta particularmente irreal la sempiterna tristeza inconsolable del protagonista y del colectivo inmigrante en general. Todo es gris, y se sucede una serie de grisáceos acontecimientos horrendos y horribles y después no existe nada más en el mundo a ojos de la directora. Todo es llanto y negrura... todo es malo malísimo. No hay luz ni esperanza en ninguna parte... en el mundo depresivo irreal que tiene la autora en la cabeza, apenas brilla el Sol.
Hay una persiana con luz que, visto lo visto, la autora ni conoce ni tiene interés alguno en conocer y, de hecho, desprecia y rehuye con cierta soberbia irreverente. Y a esta luz la tacha ella de "cómica" o "invisible". Por lo tanto, se limita a contar un hecho caótico, pero ni ataca las bases ni pone orden alguno en el caos, y a la hora de verdaderamente hacer justicia social, se acobarda.
No hay mensaje ninguno ni verdadera autocrítica, sólo una rueda de sufrimiento dentro de otra, ahogada en su propio sufrimiento. Una oda al sufrimiento de los islámicos dentro de sus propias fronteras islámicas... pero todavía aferrados, de cierto modo, a lo que produce todo ese sufrimiento. Y, por tanto, una película que me atrevería a juzgar como superficial, a pesar de todo el aparataje sentimental.
Recomiendo leer la crítica de "Néstor Juez" (le ha puesto un 5).
En su propia "fortaleza" está la mayor de sus "debilidades", pues se pone de relieve cierto masoquismo a la hora de dramatizar hasta la extenuación más extenuante el "sufrimiento" y termina diluido y se hace "largo" y "pesado"... irreal. Ningún niño de 12 años (por mucho que haya sufrido) va a cuidar de un bebé como se refleja en la película, ni tampoco tiene la madurez para decir frases tan grandilocuentes como "quiero denunciar a mis padres por sacarme al mundo". Tampoco la vida de un niño marginado sirio de 12 años que vive en el Líbano le impedirá sonreír varias veces durante el día. La vida no es así de grandilocuente ni de triste... y menos aún en la vida de los niños, que siempre tienen (estén donde estén y sufran lo que sufran) una especie de magia interna que les hace superarlo todo. Es una crítica que hago de este tipo de películas de denuncia social: que retratan las ofuscaciones de los adultos y su visión dramática y deprimente de la vida ante el sufrimiento, y no muestran la realidad intrínseca de la vida, que sabe ofrecer una porción de sufrimiento y alegría en un mismo plato. La directora no muestra luz alguna, se ahoga en su propia oscuridad vital. Y quiere arrastrarme a esa nada. Y me quiere contar su visión del asunto haciendo hablar a un niño con lenguaje y mente de adulto indignado... y no termina de funcionar. Aunque funciona la denuncia en sí misma (por supuesto, consigue ventilar su frustración)... siempre se queda en lo políticamente correcto. Así que, al no enfrentarse al asunto, termina usando la "niñez" torticeramente para sus propios intereses de "adulto". Me resulta particularmente irreal la madurez que pretende imponer a un chico de 12 años para cuidar del bebé (en semejantes condiciones infrahumanas) cuando no puede cuidar ni de sí mismo, y por otro lado me resulta particularmente irreal la sempiterna tristeza inconsolable del protagonista y del colectivo inmigrante en general. Todo es gris, y se sucede una serie de grisáceos acontecimientos horrendos y horribles y después no existe nada más en el mundo a ojos de la directora. Todo es llanto y negrura... todo es malo malísimo. No hay luz ni esperanza en ninguna parte... en el mundo depresivo irreal que tiene la autora en la cabeza, apenas brilla el Sol.
Hay una persiana con luz que, visto lo visto, la autora ni conoce ni tiene interés alguno en conocer y, de hecho, desprecia y rehuye con cierta soberbia irreverente. Y a esta luz la tacha ella de "cómica" o "invisible". Por lo tanto, se limita a contar un hecho caótico, pero ni ataca las bases ni pone orden alguno en el caos, y a la hora de verdaderamente hacer justicia social, se acobarda.
No hay mensaje ninguno ni verdadera autocrítica, sólo una rueda de sufrimiento dentro de otra, ahogada en su propio sufrimiento. Una oda al sufrimiento de los islámicos dentro de sus propias fronteras islámicas... pero todavía aferrados, de cierto modo, a lo que produce todo ese sufrimiento. Y, por tanto, una película que me atrevería a juzgar como superficial, a pesar de todo el aparataje sentimental.
Recomiendo leer la crítica de "Néstor Juez" (le ha puesto un 5).