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Voto de mnemea:
7
7,0
3.670
Drama
China, años treinta. Una joven es enviada por su padre para convertirse en la esposa del propietario de una bodega de vino de sorgo, que está enfermo de lepra. Durante el viaje se enamora de uno de los escoltas. (FILMAFFINITY)
5 de septiembre de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un sueño rojizo arremete su presencia ante el primer drama rural chino de los años 20. Algo común para cada una de sus películas.
Una joven dama que protagoniza todas las vívidas tristezas acontecidas se presenta en el camino de tierra dirigida ante un destino pagado. Telas que cubren el rostro frente a telas que enfrentan el sol. Su vida se llenará de nuevas sensaciones que plasmar como en un relato antiguo que pasó generaciones de boca a oído. Le persiguen los cantos típicos para cada ocasión, la servidumbre más correcta, la pasión oculta, los colores que penetran como ese licor sacado del sorgo rojo con todo el esfuerzo mundano del trabajo limpio y entregado.
Señoriales estampas decoran los fotogramas como simples cuadros móviles que durante fervientes sueños rojizos ayudan a que nazca una vida que pasea en cada atardecer ardiente hasta quemarse en la madurez interrumpida.
La narración encaja cuando el vino mejora, la embriaguez agota cualquier estímulo y el silencio se alía con las ancestrales costumbres que no quedan tan lejanas en el tiempo como en la distancia.
Dormid seres queridos, el llanto también llegará en el momento adecuado, como un atardecer.
Una joven dama que protagoniza todas las vívidas tristezas acontecidas se presenta en el camino de tierra dirigida ante un destino pagado. Telas que cubren el rostro frente a telas que enfrentan el sol. Su vida se llenará de nuevas sensaciones que plasmar como en un relato antiguo que pasó generaciones de boca a oído. Le persiguen los cantos típicos para cada ocasión, la servidumbre más correcta, la pasión oculta, los colores que penetran como ese licor sacado del sorgo rojo con todo el esfuerzo mundano del trabajo limpio y entregado.
Señoriales estampas decoran los fotogramas como simples cuadros móviles que durante fervientes sueños rojizos ayudan a que nazca una vida que pasea en cada atardecer ardiente hasta quemarse en la madurez interrumpida.
La narración encaja cuando el vino mejora, la embriaguez agota cualquier estímulo y el silencio se alía con las ancestrales costumbres que no quedan tan lejanas en el tiempo como en la distancia.
Dormid seres queridos, el llanto también llegará en el momento adecuado, como un atardecer.