Entretenimiento sólo aceptable que, en mi opinión, ofrece menos de lo que prometía. Durante la mayor parte del metraje, los terroristas juegan a un juego absurdo con McClaine y la policía, de un modo que resulta muy poco verosímil. Es un juego infantil en el que resultan comprometidas las vidas de cientos de niños y ciudadanos (más o menos honrados). Es un juego que resulta cansado para el sudoroso agente, y también para el espectador que no acepta que le den gato por liebre.

La película, en su conjunto, tiene algo de tobogán, resulta un tanto deslabazada y caprichosa. Se desaprovecha la baza inicial de las diferencias raciales, que podría haber dado más de sí. El resultado es un filme pasable, que se deja ver. Se agradece la ausencia, eso sí, del locutor odioso.