El director Ron Howard se basa en una obra de teatro para construir un film que se aprovecha de los aciertos de ésta para potenciar otros aspectos más puramente cinematográficos. Howard, con inteligencia, evita cualquier parecido visual con la obra de teatro, construyendo el film a partir de un falso documental, con una puesta en escena muy funcional y artesanal en la que se elude de forma voluntaria cualquier sensación claustrofóbica y estática de su referente teatral.

Por un lado, Howard, acierta a plantear el film prácticamente como un combate de boxeo, siguiendo una estructura muy parecida, algo que se hace muy evidente en la puesta en escena de la entrevista. Además, planea sobre el film de forma sutil, la idea del poder de la televisión. Howard no sólo nos muestra las imágenes de la dimisión de Nixon en el prólogo a través de la televisión, sino que los momentos claves del film son vistos a través de la pantalla de un monitor, con lo que nos quiere hablar del medio televisivo, como un medio de cuya influencia es muy dificil sustraerse. Además tiene muchos paralelismos con el mundo de la política (el carisma de los políticos es muy parecido a la fama que tienen algunos presentadores).

Por el otro lado, Ron Howard se aprovecha de los personajes para plasmar en ellos un parelelismo que, si bien resulta un tanto forzado, está presente. Michael Sheen está espléndido componiendo un personaje que bajo su apariencia frívola, esconde una firme voluntad por alcanzar su objetivo de entrevistar a Nixon, consiguiendo el respeto de su rival. Pero el que realmente está descomunal es Frank Langella repitiendo consiguiendo imitar todos los gestos y forma de caminar de Nixon y además consigue acercarnos a Nixon, no como un político oscuro, sino también consigue retratar al hombre, a la persona.

Sin dejar de ser "Dick el tramposo" (como se le llamaba en su época), también vemos a una persona que tiene que vivir con una carga a cuestas, y que no se resigna a abandonar la política y jubilarse "antes de tiempo", intentando aprovechar la entrevista para volver a la primera línea de la política. Languella, consigue además transmitir todo ese abanico de sentimientos, de forma tan normal, que acabamos sintiendo a Nixon como alguien real y muy humana.

Además es interesante el paralelismo que se establece entre ambos personajes, ambos ligados a un medio que flirtea caprichosamente con la fama y el carisma de tal forma que tan pronto están en lo más alto como acaban en el olvido, aunque ambos están en diferente situación. Quizás el gran mérito de Howard es el de "vampirizar" el original teatral, adaptándolo a la gran pantalla sin que parezca una adaptación de teatro, consiguiendo captar el interés no tanto con la entrevista en sí, sino a su preparación, y que sin duda cuenta con dos grandes interpretaciones que es lo que en definitiva constituye el gran valor de este film.