El realizador Marcel Langenegger nos ofrece un "thriller" que, de alguna forma parece trasladarnos a una modalidad de intriga con cierto componente erótico. Pero si observamos con atención comprobaremos que es mera apariencia. El director, a través de su guionista, Mark Bomback, construye una extraña historia centrada en un anodino auditor, Jonathan (Ewan McGregor), una especie de funcionario gris, entregado únicamente a su trabajo, cuya vida cambia radicalmente en el momento en que conoce a un carismático abogado (interpretado por Hugh Jackman), el cual le introduce en un selecto y misterioso club de sexo, con lo que la vida de Jonathan dará un giro radical. Sin embargo, como casi todo en esta vida, deberá pagar un precio.
Puede parecer, por un momento, que vamos a asistir a un "thriller" de corte erótico, sin embargo, nada más lejos de la realidad. El realizador intentar emular la atmósfera gélida, desasosegante en ocasiones y un contexto similar (salvando las distancias, claro está y con resultados bastante discutibles la mayor parte del tiempo), a la última obra de Kubrick, cuya referencia flota en muchos momentos del film. La puesta en escena, su banda sonora, la forma de introducir el personaje en el club del sexo, y sobretodo el dibujo del personaje interpretado por Ewan McGregor, muy cercano al que compusiera Cruise, ya que ambos tienen un papel más bien pasivo, de dejarse llevar por los acontecimientos, aunque se horroricen de los mismos, pese a no haber realizado nada para evitarlo en su momento.
Pero no es este un film, como el de Kubrick, que busque analizar en profundidad el comportamiento de una parte de la sociedad, sino más bien, lo que pretende su realizador es servirse de esa idea, para componer una intriga, de la que como todas, vamos descubriendo su mecanismo a medida que se desarrollan los acontecimientos, ocultando información al espectador como medida para crear tensión. Pero como suele suceder en estos casos, no por dosificar la información al espectador impide que el film entre en cierto terreno previsible. De esta forma, pese a que en el reparto encontramos un buen número de actrices, como Michelle Williams, Natasha Henstridge o Lynn Cohen, éstas apenas cumplen el papel de insinuar, más que el de mostrar, evitando que el film caiga en un terreno erótico excesivamente trillado entre los 80 y los 90, aunque más por una pretensión conservadora/comercial, que no por otro motivo.
Ambos protagonistas se limitan a cumplir con lo que el guión exige de ellos, sin excesivas estridencias y sin robarse demasiados planos entre ellos (aunque Hugh Jackman, si que roba unos cuantos, favorecido por tocarle en gracia un personaje más "vistoso"). En definitiva, no se trata más que de otro "thriller" que trata de jugar con el espectador al despiste, para sorprenderlo con alguna que otra vuelta de tuerca al argumento, sirviéndose de situaciones que nos son familiares y claramente reconocibles.