Ahora le toca el turno a Londres, aunque hay que decir que esta aportación es, cuando menos curiosa. En primer lugar, el realizador es de nacionalidad francesa, aunque sus raices son más bien musulmanas. El director Rachid Bouchareb pretende acercarnos a los terribles momentos que vivieron los londinenses de la mano de dos personajes bien dispares que acaban coincidiendo mientras buscan a sus respectivos hijos, en paradero desconocido tras los atentados. Por un lado tenemos a Elizabeth (Brenda Blethyn) quien acude desde la campiña inglesa tras varias llamadas sin respuesta, y por el otro a Ousmane (Sotigui Kouyaté) que acude desde Francia a petición de su mujer para averiguar el paradero de su hijo. En el fondo, ambos personajes son dos extranjeros que han visto los atentados "desde fuera", como cualquier espectador, pero que por las circunstancias, acaban vagando de hospital en hospital en busca de noticias de sus respectivos vástagos.

Con este planteamiento que en otras circunstancias podría tener la consideración de "road movie" (por aquello de dos protagonistas dispares que acaban uniendo intereses de forma accidental), el realizador consigue reducir los acontecimientos no al nivel de las víctimas directas, sino al de los familiares que acaban sufriendo su pérdida. Y lo más interesante de todo es que esa incertidumbre por la suerte de los suyos, ese dolor es universal, no entiende de credos ni de razas, y habla en un lenguaje universal. Por ello, pese a las reticencias iniciales, Elizabeth y Ousmane acaban compartiendo el mismo camino puesto que la tragedia les ha unido, lo mismo que a los hijos que buscan y cuyo rastro intentan seguir por todos los medios.

Teniendo en cuenta esto, no es de extrañar que el paisaje que nos muestra Bouchared no es precisamente el Londres que aparece en las guías turísticas. El realizador nos muestra las partes más periféricas, totalmente colapsadas por los atentados (los efectos directos de los cuales sólo vemos a través de los medios de comunicación), cuyos protagonistas recorren, al mismo tiempo que la cámara les sigue intentando retratarlos con el mayor realismo posible, casi como si se tratara de un documental.

Pese a tratarse de un film de planteamientos bien modestos, Bouchared consigue conmovernos con una historia muy realista, y sin tener que recurrir a trampas sentimentales ni al morbo fácil. También es cierto que otra gran parte del mérito recae en las excelentes composiciones de los dos protagonistas, excelentes ambos, aunque resaltaría a Sotigui Kouyaté cuya mirada es capaz de expresar más que varias líneas de diálogo.

Quizás se trate de un film sencillo en cuanto a sus planteamientos, pero Rachid Bouchared ha sido de los pocos realizadores que ha conseguido mostrar los verdaderos efectos de los atentados: dolor. Un dolor muy por encima de los odios humanos y su sentido autodestructivo.