Quién lo iba a decir: Ben Stiller es un buen director.
El cómico, uno de los más exitosos de los últimos años, tiene un estilo dirigiendo la mar de enérgico, que otorga a las escenas de acción no sólo un gran realismo (dentro de la broma), sino una cierta personalidad de la que carecen largometrajes dirigidos por otros intérpretes que deciden colocarse tras la cámara.
Pero sin duda no es la realización lo que más destaca de Tropic Thunder. Ese honor queda reservado a la consciente, salvaje y maravillosa locura que es el guión. La sátira de Hollywood y la parodia y también homenaje bélicos se dan la mano con acierto en una película divertida y excesiva que solo puede calificarse como hilarante. Ahí están momentos como el prólogo, con esos falsos trailers absolutamente gloriosos, o la explosión de la mina antipersona, o cada uno de los diálogos entre Tugg y Lazarus, que acaban convirtiéndose en secuencias simple y llanamente perfectas. Y el reparto... pocas veces actores tan criticados e irritantes por su cuenta han estado tan bien como conjunto. Se suele destacar a Robert Downey Jr, que está extraordinario (y ver la película en español significa perderse la mitad de su trabajo, que es el habla afroamericana que adopta su personaje para dar verosimilitud a su trabajo), pero todos están fantásticos. Jack Black, Jay Baruchel, Tom Cruise, Brandon T. Jackson, Danny McBride, Steve Coogan (breve pero brillante) y el propio Stiller dan lo mejor de sí en unos personajes llenos de defectos y excentricidades a los que sin embargo logran hacer cercanos y humanos.
Por supuesto, la película tiene fallos. El primero es que es demasiado larga, sin duda. La travesía por la selva es demasiado extensa y llega a hacerse algo pesada. Sobran conversaciones, chistes algo malos y tontunadas varias, pero se le perdona, porque el conjunto es tan gamberro, tan hilarante y, finalmente, tan brillante, que es imposible no pasárselo bien con la propuesta de Stiller y su troupe. A disfrutarla.

Lo mejor: El reparto.
Lo peor: Es demasiado larga... y la verdad por simpática que resulte, tampoco tiene nada verdaderamente extraordinario como para pasar del notable, que ya está muy bien.