Ojalá existieran muchas películas como Once. Ojalá que, en vez de tener comedias tipo Edie Murphy pudiésemos tener cosas como esta sencillísima película irlandesa que, sin alardear de nada y careciendo de casi todo (incluida esa perfección que algunos le han otorgado), logra emocionar simplemente con dos personajes y un puñado de canciones que ponen la piel de gallina de pura sencillez. A golpe de miradas y guitarra, Glen Hansard y Markéta Irglová hacen una película memorable. Tal es su importancia en el resultado final de la cinta que creo que deberían haber sido acreditados como guionistas junto a John Carney, porque pocas veces las cosas dependen tanto de las canciones como aquí. Lástima que el citado Carney no sepa nada acerca de cómo coger y mover una cámara (o quizás sí sabe y ha hecho como Fernando León en Princesas: dejar que todo se vea como si fuese una cinta casera)... y que la película en general tampoco sea tan buenísima como nos la pintaron en sundance y compañía.

Lo mejor: Hansard, Irglová, y las canciones bellísimas que han compuesto, y que son el alma de sus personajes,
Lo peor: Está bien, pero no es tan buena como se ha dicho.