A pocos días de que el gran público lo descubra tras la sensual piel de Christian Grey y de que la industria y la prensa cinematográficas lo encumbren o lo hundan para siempre (no parece que haya muchas más opciones), Jamie Dornan demuestra en Volando a casa que tiene madera para hacer muchas cosas. Muchas más seguramente de lo que la famosa saga erótica de E.L. James le va a dar... esperemos que no tenga que arrepentirse de haber cogido el testigo de Charlie Hunnam (quien seguramente pensó, y con razón, en qué necesidad tenía él de enfrentarse a un fandom enloquecido en su contra cuando era protagonista absoluto de Sons of Anarchy y tenía en cartera películas con Guillermo del Toro y Guy Ritchie). Lo cierto es que en Volando a casa el actor norirlandés da lo mejor de sí para que su personaje resulte creíble. Y lo logra. No hace falta que sea un intérprete de la categoría de Al Pacino. Obviamente no lo es, pero tiene una presencia en cámara, un carisma y un talento más que correcto y notable que valen por sí mismos el visionado de la película.
Desafortunadamente el interés de la propuesta acaba ahí. Lo demás es el típico cuento de hombre de negocios implacable que descubre de una tacada el ecologismo, el amor y el encanto de la vida sencilla. ¿Les suena? Por supuesto, porque lo han visto ya antes en algo así como 2837235720525972 películas previas... el guión no tiene nada de especial, sigue los topicazos al pie de la letra y no pasa en ningún momento de ser una tierna y más o menos entretenida fábula sobre el verdadero sentido de la vida.
Para una tarde aburrida y para aplaudir a Dornan, que se lo merece.

Lo mejor: Jamie Dornan. Es su carisma y su esfuerzo lo que levanta la película.
Lo peor: La colección de tópicos empaquetados uno detrás de otro sin pudor.