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Voto de Sibila de Delfos:
9
Drama Alvin Straight (Richard Farnsworth) es un achacoso anciano que vive en Iowa con una hija discapacitada (Sissy Spacek). Además de sufrir un enfisema y pérdida de visión, tiene graves problemas de cadera que casi le impiden permanecer de pie. Cuando recibe la noticia de que su hermano Lyle (Stanton), con el que está enemistado desde hace diez años, ha sufrido un infarto, a pesar de su precario estado de salud, decide ir a verlo a ... [+]
23 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una historia verdadera no es una película perfecta. Hay algunas secuencias demasiado alargadas o sin interés, como la de la larguísima parada de Alvin, nuestro héroe, cuando se le estropea la segadora, o directamente incomprensibles y poco o nada necesarias, como la de la mujer y el ciervo. Pero sí es auténtica, tan verdadera como reza su título español (en inglés hay un juego de palabras con el apellido del protagonista) y absolutamente maravillosa en su sencillez y su concepción.
No sólo es que es seguramente la película menos rara, más digerible y más comercial (sin entender por este término nada malo) del inefable y genial David Lynch, sino que lo que sucede ante nuestros ojos es casi casi una obra maestra. En la sencillez mencionada antes radica su grandiosidad porque habla sin ambages y con acierto, de una forma tremendamente poética pero nada relamida, de la soledad, la vejez (atención a la frase de Alvin en que dice que lo peor de ser anciano es recordar que has sido joven) y muy especialmente la solidaridad humana y el amor fraternal, indestructible, inamovible a pesar de los años y las dificultades. Lynch retrata la América profunda con sus carreteras rectas y sus campos de cultivo con una visión a medio camino entre el romanticismo y el realismo, y los parajes y estereotipos que tantas veces se han usado como metáfora del terror y de lo más negro y violento de las personas, es aquí una oda a la solidaridad rural y los vínculos profundos que se establecen entre personas perdidas. El resultado es un viaje físico y por supuesto también espiritual que da escenas maravillosas, como todo el segmento de Alvin y la joven autoestopista, la conversación con el cura en el cementerio o por supuesto el final con Harry Dean Stanton, pura poesía no solo visual sino también de contenido (asombra cómo con pocas palabras se dice tantísimo).
Y no se puede acabar el comentario sin alabar a una excelente Sissy Spacek que pocas veces ha estado mejor que en la piel de Rose, esa mujer con una leve discapacidad intelectual que representa el ostracismo y la injusticia legal y social en que viven muchas de estas personas, y por supuesto rendirse a los pies de Richard Farnsworth. Lo que hace el actor de Misery es propio de un auténtico maestro, más aún si tenemos en cuenta que en el momento de rodar estaba ya enfermo sin remedio de cáncer. Su trabajo en esta su última película, unido al recuerdo de su suicidio un año después, inmortalizaron a un actor siempre en la sombra, siempre en el oficio de forma discreta pero eficiente y aportando calidad y presencia a cada paso. Que finalmente encontrase la oportunidad de brillar y rendir a todos a su trabajo mientras su vida se apagaba es triste, pero ahí quedan escenas como las antes mencionadas con la autoestopista, el sacerdote o Lyle para recordarlo por siempre. De antología.


Lo mejor: Farnsworth y la enorme sencillez del conjunto, nunca reñida con la belleza y la importancia del mensaje. Muy al contrario, lo potencia si cabe.
Lo peor: Algunas secuencias algo alargadas o directamente innecesarias.
Sibila de Delfos
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