Aunque Blonde no se diferencie mucho de otros comerciales de 2 horas -en este caso 3- como El método Williams, Rocketman o Bohemian Rhapsody, sí se atreve a adaptar para la pantalla, posibles sucesos, que no necesariamente podrían de haber ocurrido.

Y lo hace por una simple razón que debería de bastar, porque narrativamente funciona. Y también, por qué no, porque contar solamente las virtudes de los personajes retratados, haciendonos creer que son un dechado de virtudes sin mácula, incomprendidos y, además maltratados, es todavía más inexacto, menos narrativo y aleja estas figuras de una humanidad, que si bien estadísticamente debería casi siempre existir, en una historia dramática de calidad, es totalmente imprescindible. Y aunque “Blonde” también peque de idealizar al producto, al menos se permite intentar adaptar la historia al medio.

Lo que más me ha llamado la atención es el esfuerzo que pone el director en mostrar una cornucopia de estilos y trucos visuales que parecen querer representar unicamente la abundancia, y aunque por el camino muestra alguna imagen potente, en general se siente como un mejunje indigesto y aturullante. Se entiende que el autor quiere mezclar imágenes icónicas de la estrella dentro de la acción narrativa, pero se siente como una sucesión de clips que no maridan, sin buenos simbolísmos y analogías casi inexistentes. Una poesia torpe debido a su hiperbólica naturaleza, que puede sacarte fuera del flujo narrativo para no volver. Se agradece la belleza lograda, pero se echa de menos la armonía.

Por lo demás se hace redundante, por el exceso intensidad, llantos y tetas. Quizá si durara 30 o 40 minutos estaríamos ante una película realmente buena.