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Voto de Alexander DeLarge:
6
Drama Jim Morrison, cabeza visible de The Doors, para muchos fue un regalo de Dios; para otros, un vástago del Diablo. Vivió al límite, en una anárquica carrera autodestructiva salpicada de escándalos y arrebatos de ira y de pasión que lo hundieron en un abismo de sexo, alcohol y drogas. (FILMAFFINITY)
30 de abril de 2016
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El año, 1998. Me encontraba en el último curso antes de dar el salto a la universidad y formaba parte, como vocalista, de un flojísimo (a la par que ilusionado) grupo de rock, tremendamente 'amateur', con tres compañeros del ya extinto COU. Para tomarnos un descanso e inspirarnos, durante un ensayo en el garaje del guitarra rítmico, nos pusimos a ver 'The Doors'. La película, aún con todos sus desvaríos dramáticos, me dejó una profundo poso de curiosidad. Ya en 1999, 'estudiando' Periodismo en Salamanca, conocí al que se convertiría en uno de mis mejores amigos, que tuvo la gentileza de abrirme, de par en par, las puertas de la percepción. Desde entonces (y creo que hasta el fin de mis días), los Doors son y serán mi banda predilecta.

No es nada fácil llevar a la gran pantalla la historia de Morrison y compañía, pero se agradece el (a ratos fidedigno; otras veces exagerado e inexacto) homenaje del iconoclasta Oliver Stone, como coetáneo de sus andanzas. La puesta en escena y el tratamiento de la imagen es más que acertado. Por descontado, tanto el montaje como la banda sonora están a la altura. Es en el guión y la dirección de actores (Meg Ryan me sobra en todos los planos) donde el conjunto chirría. Manzarek, Krieger y Densmore, 'los puertas' supervivientes (reducidos a meras comparsas por el realizador), discrepaban profundamente de la imagen de Jim transmitida por el filme. En esencia, el protagonista (mimético Val Kilmer) resulta una desquiciada metáfora social de la segunda mitad de los 60 en Estados Unidos, que el realizador experimentó en carne propia como veterano de Vietnam.

Como 'biopic' psicodélico y rockero, la cinta funciona relativamente bien (teniendo en cuenta, insisto, la complejidad que entraña el inusual y filosófico legado de los artistas 'californianos'). Y, como fan acérrimo de Los Doors, disfruto de momentos puntuales (el concierto en el Whiskey a Go Go, la surrealista morada de Warhol, el adagio en Père Lachaise, el final con L.A. Woman). Pero si realmente estáis interesados en conocer, de manera fehaciente, las tribulaciones de 'Jimbo' y sus geniales camaradas, os recomiendo el documental 'When You're Strange' (Tom DiCillio, 2009).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Alexander DeLarge
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