Todo el mundo viene a la fuerza a la vida. Nadie te invita. Nadie te garantiza nada. Es jugar a la ruleta rusa, cuya partida durase setenta y cinco años de media. Unos nacen en Estados Unidos y gozarán de una renta per cápita envidiable. Otros, nacerán en mitad del continente europeo y se las darán como los ricos, pero morales superiores. No como los apestosos yankies al otro lado del Atlántico. El autor de estas líneas nació en Córdoba, Andalucía. Una de las regiones más pobres de la Europa Occidental. Ustéd, en otra o en la misma.

Se estará preguntando porqué me meto en temas geosociodemográficos, de desarrollo económico y de distribución de la renta global. Pues porque en esta película te plantea ese dilema. Nací dónde nací. No pude elegir. El protagonista de este film, aclamadísimo y colmado de estatuillas distribuidas por diferentes paralelos, inicia el film con una sentencia: “culpo a mis padres por haberme traído al mundo.” El mundo se ha convertido en algo tan feo que el traer más niños es un crímen.

Zaín es un niño libanés algo retraido, serio y con una dosis de justicia social. Te pasea por los guettos dónde escombros adornan el paisaje. Hay perros abandonados. Edificios derruidos. Jóvenes rodeados de drogas líquidas. Bebes con los cigarrillos a menos de diez centímetros de distancia. Zaín se ha criado allí y sobrevive en ese cosmos. Todo vale para poder sacarse un dinero.

En la película hay dos subhistorias: la boda de su hermana y el niño de la etíope. La primera nos mete en la segunda siguiendo al muchacho. Los planos misérrimos, los ojeras del niño y la suciedad ajena es la cinematografía. Zaín nos lleva de la mano ante su derrumbamiento vital a tan corta edad, con la complaciencia de los demás ciudadanos que se han hecho a ese estado decrépito.

Durante el film, no sé porqué, tenía la sensación de que aunque cuente una historia hiperrealista de un país perdido a su suerte (Roma, ciudad abierta), hay algo de retoque. Algo de adición. Toda esa pobreza se potencia para golpear al espectador. Se me hicieron muy largas esas dos horas. He visto películas más duras, pero en la comodidad de mi salón. Es como un “Hijo de Sául” por unas calles en el desierto de civilización que es aquella zona.

Es la gran candidata al oscar de mejor película en habla extranjera junto con “Un asunto de familia”. Si han leído la entrada sobre la japonesa, saben que pienso que es la que debería ganarlo. Además, me costaría imaginar que una película tan incomoda ganase a esa obra de ingenio y saber hacer del film japonés. Ya mismo lo sabremos.

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